"Integrar el arbolado urbano es defender la calidad de vida de una ciudad". Y con este objetivo empezó Emilie Vigalondo a luchar para proteger especies y ejemplares singulares y monumentales que su cámara fotográfica iba captando en las calles y plazas de la capital aragonesa.

"Los árboles tienen un gran valor medioambiental porque suavizan el clima duro que caracteriza a esta ciudad. Mitigan el cierzo, amortiguan el ruido, absorben CO2 y hasta 80 kilogramos de polvo ambiental al año, crean suaves corrientes de brisa y refrescan en verano. Pero también tienen el valor psicológico que aporta el contacto del hombre con lo verde", argumenta, recordando la reciente exposición organizada por Ansar en la biblioteca de Doctor Cerrada.

Ahora, es el Aula de la Naturaleza Francisco Loscos la que recoge el testigo con dos muestras que pueden verse hasta el 9 de enero, tituladas Arboles de nuestros Bosques --realizada por la obra social de Caja Madrid-- y Arboles monumentales de Zaragoza y de su entorno , del gabinete de Educación Ambiental del ayuntamiento.

"Zaragoza cuenta con un verdadero oasis en el Paseo de la Constitución. Sus variadas especies, su amplitud y el cuidado que presenta lo convierte en un ejemplo excelente. Pero ahora está en obras, con zanjas que han cortado raíces e incluso, inexplicablemente, se han talado árboles", lamenta.

Como miembro de la comisión de defensa del arbolado urbano de Ansar (Asociación Naturalista de Aragón), Emilie afirma que la meta de su trabajo es modificar la ordenación municipal de uso de zonas verdes, ya que no concreta la protección del arbolado maduro. "En Parques y Jardines hay grandes expertos sobre el tema, pero da la impresión de que no se tienen en cuenta sus propuestas y que tampoco cuentan con grandes presupuestos", añade.

Las amenazas

Consecuencia de todo esto es la amenaza actual de todo el arbolado de la ciudad. Como Emilie enumera, existen obras públicas que no tienen en cuenta la protección de los árboles ni sus necesidades hídricas; se realizan podas drásticas que sólo consiguen que la humedad comience a pudrir la madera; existen particulares que solicitan la tala porque las ramas y hojas esconden las fachadas o quitan iluminación, y, por último, las zonas de marcha nocturna sufren el vandalismo, que también afecta a estos elementos.

"Zaragoza está perdiendo los árboles de cierto porte y se están sustituyendo con otros más pequeños y decorativos, como el ciruelo rojo o el árbol del amor, que aportan una pérdida de identidad". Aunque, como contraste, alaba por su equilibrio a la calle Canfranc.

"Todo empezó cuando, delante de mi casa, podaron un platanero de más 60 años para instalar un andamio temporal. Aquello me impactó, sobre todo por la falta de concienciación social. Pero también me di cuenta de la gran sensibilidad existente, ya que mientras tomaba imágenes en la calle, la gente se paraba y me contaba historias de los árboles. Y es que éstos son un patrimonio silencioso de nuestra nuestra identidad", recuerda orgullosa.

De hecho, Zaragoza cuenta con ejemplos singulares de árboles que se han salvado de la piqueta gracias al esfuerzo vecinal, como el cedro de la Azucarera .

La comisión del arbolado de Ansar recibe llamadas de denuncia de la situación de ciertos ejemplares, pero también de las buenas prácticas realizadas. "Por supuesto que hay que quitar ejemplares si existe un peligro para el viandante, pero hay muchos ejemplos que no encuentran explicación", afirma.

"Los árboles urbanos son testigos mudos de la historia, de gran valor sentimental y cultural para los vecinos". Y sólo por esto, habrá que respetarlos con una política más coherente.