Zaragoza no podría haber elegido un lugar más emblemático para construir su ayuntamiento. Desde la década de los 60, el edificio en el que se rigen gran parte de las decisiones de la ciudad se encuentra en una ubicación clave y a la vista de todos. Su fachada de ladrillo y sus grandes ventanales son ya una imagen habitual para los ciudadanos. Sin embargo, el interior, salvo las áreas dedicadas a la atención al público, suele ser un desconocido para la mayoría de zaragozanos. Ayer, y por San Valero, el consistorio abrió sus puertas para que miles de personas descubrieran los secretos, historias y belleza que guarda entre sus muros.

Desde las 10 de la mañana, algo después de que empezara la actividad en una plaza cada vez más llena, y hasta bien entrada la tarde, los visitantes que ya aguardaban en las amplias filas pasaron por las dependencias municipales mediante estas visitas guiadas.

La primera de ellas, además, tuvo un cicerone de excepción: el propio alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, quien se encargó de acompañar al grupo que comenzó la actividad. Así, desde la entrada principal del recinto accedió el primer turno, conformado por unas veinte personas que, nada más pasar el arco que vigila la propia escultura del patrón de la ciudad, se encontraron también con unos gigantes y cabezudos que aguardaban su turno para salir a celebrar.

Ese bullicio de gentes y figuras contrastaba con la primera parada de la visita, en unas escaleras principales en las que el silencio mandaba sobre el jaleo. Allí, la guía ofreció las primeras explicaciones sobre esta casa consistorial que se inauguró en 1965 y que vino a sustituir al antiguo convento de Predicadores como ayuntamiento.

De ahí, al propio despacho del alcalde, donde Santisteve se encargó de dar detalles del lugar. Así, se detuvo en el retrato de Agustina de Aragón que se encuentra en la estancia, pintado por la propia nieta de la heroína, Agustina Atienza, a finales del siglo XIX. También mostró los recuerdos que allí se conservan, como un piolet que regaló el alpinista Carlos Pauner, y la techumbre del despacho, un artesonado que pertenecía al palacio de los marqueses de Osera. Entre explicación y explicación, el primer edil se mostraba cómplice con sus huéspedes: «Este despacho lo uso para reunirme con gente importante, como vosotros», señaló.

La siguiente parada fue el salón de Sesiones, donde la guía explicó dónde se ubican los cargos políticos, los medios de comunicación, los empleados municipales y los propios visitantes cuando acuden a un Pleno consistorial. Pilar, una de las participantes, afirmó que era la primera vez que estaba en el lugar. «Me ha gustado la visita, me lo imaginaba más grande», relató.

El salón de Recepciones fue la última parada de la visita, una estancia que se utilizó también como salón de ceremonias para bodas y que acoge otros actos, además de las propias recepciones, como algunas ruedas de prensa. «Yo lo llamo el salón de Sisí Emperatriz», bromeó el alcalde en la estancia que concluyó un recorrido andado por miles, por un día.