Como esos actores de reparto a los que súbitamente un papel estelar gira hacia la estrella de la fama, ese perfecto desconocido que era Pedro Sánchez va pertrechándose a marchas forzadas de una vida pública.

Parece un hombre seguro y tranquilo, aunque es obvio que estos días traga mucha saliva, y más de un sapo. Imagino que debe ser una sensación bastante vertiginosa pasar del banquillo a delantero centro, de diputado de bulto, asesor en la sombra de instituciones y entidades, a cargar con el peso del PSOE, de la monarquía y de algunas gabelas más.

La revista Tiempo, por medio de Clara Pinar y Antonio Rodríguez, ha dedicado un completo perfil a la vida y milagros del joven líder socialista, a su trayectoria profesional y política, sus orígenes familiares e ideológicos, querencias, fidelidades, renuncias, fracasos y éxitos.

Su relación con el PSOE comenzó a los 21 años, cuando fundó las Juventudes Socialistas en el distrito madrileño de Tetuán. Su padre, que se llama igual que él, Pedro Sánchez, también socialista, ocupó diversos cargos en el gobierno de Felipe González, destacando su dirección general al frente del INAEM, organismo cultural por entonces dependiente de la ministra Carmen Alborch. El joven Pedro estudió en el instituto Ramiro de Maeztu y jugó al baloncesto en el equipo juvenil del Estudiantes. Curiosamente, fue compañero de curso de la reina Letizia, cuya familia se había trasladado de Oviedo a Madrid debido al trabajo de su padre. Pedro Sánchez hizo Económicas y Empresariales y lo completó con varios cursos de posgrado, realizados en distintos países, en inglés y francés.

En Nueva York, donde fue contratado por una consultora, conoció al entonces ministro de Exteriores, Carlos Westendorp, quien lo reclutó para una misión diplomática en Bosnia, junto a otros expertos y técnicos españoles. Pasó unos meses en Bruselas como asistente de Bárbara Dührkop, viuda del senador Enrique Casas, y dio clases durante unos años en la Universidad Camilo José Cela. Casado con Begoña Gómez, es padre de dos hijas.

Ideológicamente, da la impresión de ser un producto ortodoxo. En su despacho de Juventudes había dos pósters: Pablo Iglesias y Felipe González. Y es que Pedro Sánchez podría ser el hombre perfecto para que todo cambie y siga igual. Esto es, para hacer política.