Se trataba de un acontecimiento difícil de presenciar y la gente era consciente de ello. Solo así puede explicarse la cantidad de personas que se congregaron en el campus de San Francisco de Zaragoza y otros lugares de la comunidad para observar el eclipse lunar, que teñiría de rojo el satélite durante cerca de una hora para luego ir revelando poco a poco su color blanco habitual, completando el fenómeno de esta índole más largo en lo que llevamos de siglo. La luna de sangre.

Microscopios y otros aparatos, tanto aficionados como profesionales, situaban a los curiosos en largas filas para poder observarlo sin perderse ningún detalle. «La luz del sol atraviesa las atmósferas de la Tierra, y al pasar, juega con las partículas y van perdiendo los colores, absorbidos por la atmósfera. Solo el rojo llega a la Luna, y por eso la vemos de ese color», explicaba Manuel Membrado, profesor titular de Astronomía y Astrofísica de la Universidad de Zaragoza.

La aparición del satélite se retrasó unos minutos, pero cuando asomó en el firmamento la gente se levantó rápidamente, señalando al cielo. Sin embargo, la neblina condicionaba la contemplación del fenómeno. «Decían que iba a ser de un rojo intenso, aunque la vemos naranja», afirmaba Martín mientras contemplaba el eclipse. Pese a todo, un evento así siempre cuenta con dosis de majestuosidad. «Es muy interesante, hemos venido con los niños y les ha gustado mucho», exclamaba Isabel. «Estar aquí con tanta gente disfrutándolo es muy bonito», decía Mar. Y es que la astronomía es una ciencia que, quizá por desconocida, despierta mucha curiosidad. «Uso los libros y si tengo alguna duda acudo a internet», contaba Fernando. «Antes tenías que comprar las revistas especializadas en el tema». recordaba Anabel.

Se trata de una cita que, en palabras de Membrado, supone «un gancho para que la gente eche una mirada al cielo y se interese por estos temas».