La Audiencia de Zaragoza celebró ayer la cuarta jornada del juicio por el conocido como crimen de los tirantes contra Rodrigo Lanza, que afronta 25 años de cárcel por un delito de asesinato agravado por odio. Estuvo centrada en la personalidad del encausado a partir de los análisis de los especialistas del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) y de los peritos contratados por la defensa del encausado.

Las dos psicólogas forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), Cristina Andreu y Victoria Mínguez, explicaron que realizaron hasta tres test (uno de ellos con hasta 600 preguntas) para analizar la personalidad de Lanza, llegando a la conclusión de que es una persona «que no pasa miedo, que es extremadamente impulsivo y susceptible». De esta forma, las facultativas han rechazado la versión de Lanza, quien aseguró el primer día de la vista oral que «había actuado en defensa propia y por miedo a la navaja que esgrimía Laínez».

Explicaron que toda acción entre el estímulo y la respuesta pasa por el filtro de cómo es él y sus condicionantes. «No todos reaccionamos igual, lo que tenemos que analizar es cómo esa personalidad influyó», recalcó. En este sentido, ambas afirmaron que durante las dos entrevistas con Lanza, este les describió: «Él cae hacia atrás y me abalancé sobre él cuando vi la oportunidad». Ello denota, a juicio de estas funcionarias, «que hay un elemento de cierta reflexión, por ser una persona muy fría e impulsiva», añadiendo que «el alcohol que pudo consumir le pudo desinhibir todavía más sus impulsos».

Un informe que el abogado de Lanza trató de desvirtuar reiterando la supuesta parcialidad por parte de estas facultativas y que hace una semana rechazó su recusación el magistrado, José Ruiz Ramo.

Una personalidad que fue confirmada por otras dos forenses del IMLA, Teresa Marrón y Pilar del Ruste, con 30 años de experiencia profesional. Estas facultativas coincidieron en las conclusiones de las psicólogas Andreu y Mínguez, y añadieron la «improbable» situación de la atenuante de miedo insuperable porque en el momento del crimen Lanza valoró el riesgo y fue consciente de la ventaja que le suponía que Laínez cayera al suelo para abalanzarse sobre él. Señalaron que, en caso de que se pruebe de que iba influido por el alcohol (no se le hizo ninguna prueba) este le habría afectado aún más en el estado de desinhibición. Unas conclusiones radicalmente opuestas a las presentadas por los psicólogos contratados por la defensa de Lanza, quienes aseguraron que el encausado «sufrió un cortocircuito» ante el estado de pánico en el que entró al ver a Laínez con una navaja en la mano, «anulando su facultades volitivas y disminuyendo las intelectivas». El juicio continuará el lunes.