Los profesionales sanitarios lograron ayer el objetivo que venían reivindicando desde el fin de semana, después de las polémicas declaraciones de la consejera de Sanidad, Pilar Ventura, que finalmente han pesado más que cualquier fallo en la gestión. Cientos de profesionales en todo Aragón volvieron a exigir que Pilar Ventura se apartase del departamento. Tres horas y media después, la consejera anunciaba su dimisión y la presión del ámbito sanitario surtía efecto para quitar un poner consejeros del ramo.

Pero en esta ocasión, el desencuentro venía de lejos. Y el dolor y la indignación que causaron las palabras de la consejera en las Cortas pesaron más en el maltrecho ánimo de los sanitarios que enfrentarse al virus protegidos con una bolsa de basura. Porque muchos reconocían todavía ayer que la falta de materiales no podía achacarse solo a la consejera aragonesa cuando todos los países se han enfrentado en mayor o menor medida a estas mismas carencias. Pero asegurar que esas carencias fueran «incluso un estímulo», enervó al más paciente de los profesionales.

«Lo hemos pasado muy mal. Ha sido una situación lamentable. Teníamos más camas de uci preparadas de las que tenemos habitualmente, boxes doblados, los EPIs que deberíamos llevar los tuvimos solo la primera semana y luego entre compañeras nos hemos tenido que pelear para conseguir una mascarilla FFP3». Sin pestañear, Ana Hernández, enfermera de la uci quirúrgica que en esta pandemia solo ha tratado pacientes de covid-19, tiene que reflexionar poco para denunciar qué ha fallado en la gestión de esta crisis.

"Las batas fueron impermeables la primera semana, después han sido lavables. Hemos tenido cargas de trabajo brutales, han contratado gente que no ha terminado la carrera, con contratos deplorables de 900 euros y han hecho el mismo trabajo que una veterana», seguía. Y con conocimiento de causa, aseguró: «Las enfermeras de uci, que como mucho el ratio es de dos a tres enfermos, hemos tenido que llevar cinco y seis pacientes porque teníamos que vigilar a los pacientes que llevaban nuestros compañeros. Y si te parece poco...», comentó, visiblemente indignada.

El principal problema, lo señalaban todos, ha sido la dificultad de acceder a equipos de protección individual. «Y las dos veces que hemos tenido que retirar mascarillas defectuosas, con la angustia e incertidumbre que supone», recordaron varias profesionales.

Para Hernández y sus compañeras de la uci, que solo han trabajado con pacientes covid-19 en los últimos 60 días, la respuesta a esta «mala gestión de la crisis» ha sido la falta de previsión. «Pensamos que habría sido mejor rescatar al personal veterano, con experiencia, en lugar de hacer contratos a tanta gente que no sabía y que ha tenido que aprender a marchas forzadas», insistió. Y también otras cuestiones que sí dependían de los responsables sanitarios de Aragón. «Se tenían que haber repartido un poco mejor las camas de uci entre los dos hospitales, porque el Clínico ha estado saturado y en el Servet había camas libres, cosa que no entendemos», concluyó.

Cada profesional tiene una historia detrás en esta pandemia. Una historia que habla de sacrificio, de «separarse de la familia», de hacer «muchas más horas» y trabajar con miedo «porque los protocolos cambiaban cada día». Por eso ha pesado más la «falta de empatía», la «poca comprensión», que hacer frente a una pandemia sin precedentes con los recursos de los que se disponía.