El diputado José Luis Saz, de Ciudadanos, celebró ayer en el pleno la ocurrencia del consejero de Hacienda, Carlos Pérez Anadón, de recurrir a Santo Tomás para criticar la actitud del PP con los presupuestos. Igual que las vías tomistas venían a justificar la existencia de Dios como necesario primer motor, o bondad suprema, a los populares no les queda otra que ver unos malos presupuestos en un panorama que pintan desolador.

Pérez Anadón recogió el guante y profundizó en sus clases de filosofía para aludir a Parménides, que sostenía que el ser es uno e inalterable frente al cambio y transformación que postulaba Heráclito, con el ejemplo de que nunca te puedes bañar dos veces en el mismo río. Porque con esta última vertiente, justificó, nunca se podrían elaborar unos presupuestos porque las previsiones económicas cambian cada día.

Sobrevolando estas corrientes de pensamiento, lo que se vivió ayer fue el eterno retorno, de Nietzsche, entre otros. No por repetición de ciclos históricos, pero sí por volver a hablar de los mismos temas, con los mismos conceptos y las mismas palabras, que se han venido desarrollando en nueve días de ruedas de prensa y comisiones desde que se presentó el proyecto.

Entre clases de marxismo, que poco queda, y populismo, según a quién (y sobre quién) se le pregunte, Álvaro Sanz, de IU, pidió al Gobierno que al menos haya pedagogía. Para explicar que frente al mensaje tremendista del «infierno fiscal», hay que sostener un sistema del bienestar con impuestos. Y no a las rentas del trabajo, como ahora.

Pero cuatro horas de debate sin pausa no se sostienen con filosofía, y se agradece un poco de picante como el que le puso la popular Carmen Susín, criticando que van a quebrar «las empresas de camisetas, pancartas y pegatinas» ahora que a Podemos le parece todo bien. O afeando a Arturo Aliaga, por lo mismo, que comulgue «con ruedas de molino o piedra de Calatorao». En contraposición, el consejero Pérez Anadón elogió a Vox por su tono sosegado.