Sara y su pareja son madres desde hace seis años. "Fue una carrera de obstáculos, pero ahora no me imagino mi vida sin ellos --dos niños de seis años--". Pero su sueño estuvo plagado de dificultades. "Creíamos en el sistema público y, además, no somos ricas y era más económico, pero, si el médico de cabecera nos ayudó mucho y nos remitió al especialista, este nos mareó durante un año con continuas pegas", recuerda Sara. Así, llegaron a la unidad de reproducción asistida en el 2005. "Fuimos dos veces. La primera, yo como soltera y, después, con mi pareja, con la que llevábamos 15 años, pero en la primera ocasión me dijeron que como soltera no se podía porque existía un criterio que imponía llevar un año con relaciones sexuales frecuentes y, en la segunda, nos dieron a entender que la pareja debía ser heterosexual y ni siquiera nos hicieron pruebas para ver si teníamos otros problemas".

Así, la clínica privada se convirtió en la única opción. "Nos costó todo el proceso unos 7.000 euros entre la asistida, la medicación y la posterior reproducción in vitro", recuerda Sara, que encontró el éxito dos años después de acceder al centro. "No quiero por nada del mundo que nadie pase por lo que tuvimos que pasar nosotras. Decían de forma peyorativa que la sanidad pública no tenía por qué financiar nuestros deseos pero no tienen derecho a cuestionar si puedo ser madre o no", asegura y lamenta que "esta gente haría lo imposible por quitarnos a nuestros hijos y empezarían por no dejarnos tenerlos".