n sarcófago de comienzos del siglo XII guardado en el Real Monasterio de las Benedictinas de Jaca (Huesca) es una de las primeras y más valiosas muestras de lo que fueron los orígenes de Aragón, e invita a un viaje en el tiempo hacia una época oscura y violenta pero también de luces y de pasión por el conocimiento. El sarcófago custodia en su interior los restos de las tres hijas del que es considerado el primer rey de Aragón, Ramiro I (1007-1063), y sus fascinantes relieves escultóricos han favorecido que sea considerado por los expertos como una de las obras cumbre del románico funerario español.

Así lo asegura el historiador Domingo Buesa, director de un curso sobre la Catedral de Jaca que ha servido de marco esta semana a un seminario científico más específico sobre el denominado sarcófago de Doña Sancha, hija del rey Ramiro cuyo papel en la creación del Reino de Aragón consideran fundamental los investigadores. Buesa asegura, en declaraciones a Efe, que Doña Sancha dedicó su vida, una vez viuda, al cuidado y crianza de los hijos de su hermano, el rey Sancho Ramírez, y entre ellos al futuro monarca aragonés Pedro I. Pero no se limitó a esta labor ya que ayudó a su hermano en las tareas de europeizar Aragón vinculándolo al Papado y de contrarrestar la oposición de nobles y abades. En reconocimiento a su labor, el rey Pedro I ordenó construir a su muerte un sarcófago con relieves escultóricos que rinden homenaje a la dinastía de Ramiro I.

Los estudios de ADN de los restos hallados en el interior del sarcófago, entre ellos los de Doña Sancha y los de sus hermanas Urraca y Teresa, revelaron recientemente que correspondían a personas altas y con problemas de artrosis, tal como ha investigado la profesora Begoña García Lejarreta de la cátedra de medicina legal de la Universidad de Zaragoza. En la obra participaron dos artistas, aunque los expertos insisten en que la parte frontal, dividida en tres escenas, es la más valiosa y la única ideada originalmente, ya que la trasera iba a estar, en principio, adosada a un muro.

La directora del Museo Diocesano de Jaca, Belén Luque, explicó durante el debate que la cara central del sarcófago muestra el alma de Doña Sancha izada al cielo por dos ángeles, mientras que en los laterales aparecen tres dignatarios eclesiásticos (izquierda) y las tres hijas del rey Ramiro I (derecha).

La parte posterior de esta urna funeraria, considerada de calidad inferior desde el punto de vista artístico, muestra una imagen de unos caballeros en lucha, con representaciones de animales que ha estudiado el profesor Armando Serrano, archivero de la Fundación Casa de Ganaderos. Los restos de Doña Sancha, muerta en 1097, fueron depositados en el sarcófago y guardados en el monasterio benedictino de Santa Cruz de la Serós, del que fue abadesa desde 1070. Labrado años después por orden de su sobrino, el rey Pedro I, el sarcófago fue trasladado en el año 1662, seis siglos después, hasta su actual ubicación en Jaca, pasando a ser un referente del románico en opinión del profesor de la Universidad de Cantabria Fernando Villaseñor.

El debate abierto en el seminario jaqués permitió a los expertos debatir no sólo sobre el contexto histórico en el que se produjo la obra sino sobre la simbología de las imágenes que emergen de la piedra. Entre ellos, el profesor Antonio García Omedes, responsable de la web romanicoaragonés.com, describió las imágenes que componen el sarcófago, dedicado en su parte frontal a la propia condesa Doña Sancha. Según García Omedes, la parte del frontal que muestra el relieve de tres dignatarios eclesiásticos es una imagen del funeral de la condesa. A su juicio, la parte posterior es una representación metafórica del comienzo de una expansión territorial que continuó en los siglos siguientes y que propició más tarde la creación de la Corona de Aragón.