Marta Binaburo es una de las zaragozanas que ha tenido que sufrir las complicaciones derivadas del confinamiento con la discapacidad de su hijo. Una situación compleja, explica, porque «se les hace largo, les cambia el ritmo de vida. En su caso además con la adolescencia, se puede imaginar», explica.

Binaburo no tiene queja de la parte escolar, de hecho destaca la atención constante que les han prestado desde el centro Jean Piaget, al que acuden en la capital aragonesa. «Las profesoras están en contacto constante, nos van mandando tareas, absolutamente voluntarias, o enlaces por internet para hacer actividades. Por ejemplo ahora estaban dando los países y le han mando actividades sobre ellos. Y la tutora llama constantemente», explica. «Incluso se han ofrecido a venir a darle de comer, porque es muy mal comedor, pero no hemos querido, no me parece bien con lo que hay», añade.

Lo único que echa de menos es «la fisioterapia. Porque además, en su caso, se había roto la pierna y le habían quitado la escayola solo dos días antes del confinamiento. En el centro te dan pautas, pero claro, yo no soy ficho y nunca sabes si estás haciendo bien la rehabilitación. Estos días por lo menos le hemos podido llevar a un particular», explica.

La conciliación es complicada, pero en su caso, reconoce, ha tenido suerte. «Yo tengo una reducción de jornada por cuidado de gran dependiente y ahora prácticamente no trabajo, por lo que le he podido cuidar. Además tengo la suerte de que vivimos en una casa grande, hay terraza y hemos podido realizar actividades», cuenta. «Hay gente que lo habrá pasado mucho peor», lamenta.

Los paseos de los últimos días, además, han sido una bendición. «Se agradece salir a la calle, y en su caso, que tiene problemas óseos, el sol es casi como otra medicina», asegura la madre.

La inquietud le estaba llegando por el retorno a la normalidad, aunque ayer recibió el comunicado de que el Gobierno de Aragón pretende reabrir centros el 25 de mayo. En cualquier caso, «yo no lo llevaré, aunque se pueda. Damos el curso por acabado. Además, si no hay comedor ni transporte, yo no lo puedo llevar y en taxi no no tolera la mascarilla, tienen problemas de conducta y es complicado», expone.

Este tipo de exigencias de salud son las que le preocupan de cara al futuro, cuando se establezca una nueva normalidad. «No sé cómo lo harán, tampoco lo de las ratios, porque si quieren la mitad de alumnos, en su clase son cinco, no sé cuántos dirán que tienen que ir».