Pero, vamos a ver, ¿le ha pedido alguien al presidente Zapatero que ofrezca a Aragón un trato preferencial? ¿Le dijo Iglesias con estas mismas palabras que aquí se valora mucho la paralización del trasvase, pero que tal decisión se entiende como un primer paso para que la Administración central nos trate por fin con el rigor y la justicia debidos? Y todavía diría yo más, ¿circula entre los miembros del Consejo de Ministros una lista razonada que recoja las inversiones prioritarias que esta histórica comunidad necesita?

Porque a lo mejor resulta que, como somos tan prudentes y tan cagados cuando de hablar con Madrid se trata, nadie ha dicho allí cómo está aquí el patio, y claro el amabilísimo don José Luis Rodríguez se hace el longuis porque está muy pendiente de contentar a los imprudentes y voceras que sí piden... y piden mucho. No sería la primera ni la segunda vez (que yo recuerde) en que nuestros jefes regionales y locales enmudecen en presencia de los felipes, alfonsos, josemarías y otros megabarandas de turno, o se andan tan por las ramas que aquellos optan por desentenderse de la cuestión o por entenderla a su modo, como cuando Guerra ungió alcalde de Zaragoza a González Triviño mientras el razonabilísimo Marraco se quedaba calladito y a dos velas (así le fue luego).

Estos Presupuestos Generales del Estado no son lo que deberían ser. Aboliendo el trasvase, el actual Gobierno central le ha abierto a Aragón la puerta por donde se accede a la mayoría de edad política. Pero ahora se nos pide que no traspasemos el umbral, no sea que se enfaden otros. Así llevamos media vida, cuidando de que los vecinos no nos envidien nuestro medio pasar y sin poder nunca darnos el gustazo de ir palmo y medio por delante, aunque sólo sea por una temporada. ¿Se lo han dicho a Zapatero? ¿Le han explicado que ningún presidente aragonés ha repetido el cargo cuando en España gobernaba un (supuesto) compañero suyo?