Cada una de las tres impresionantes compuertas de la presa pesa 95 toneladas. Se abren mediante un motor eléctrico instalado en una caseta junto a cada una de ellas. Pero al lado, como un recordatorio perpetuo, hay una llave manual . Nunca se usa, claro. Pero está.

Si el motor se mueve, la compuerta se abre. Y, pese a la apariencia, no tiene que luchar contra el agua embalsada detrás para dejarla salir. El diseño de la gran puerta es tal que la presión del H20 ayuda a la apertura. Espectacular ver la caída de agua por la enorme rampa de hormigón.

En El Grado conocen bien esa imagen. Incluso saben cuál es el efecto que produce ver las tres compuertas abiertas a la vez, soltando agua para evitar la saturación del embalse. La última ocasión en que esto sucedió fue en 1982.

En el municipio oscense también están muy acostumbrados a la presa. A su silueta de contención y abrazo a la montaña. Saben que uno se siente muy pequeño a pie de presa: el vértigo es mayor mirando hacia arriba. Y son conscientes de que por detrás del muro se desparrama el río Cinca, creando un lago artificial de 400 hectómetros cúbicos.

Pero ahora, además, los vecinos de El Grado han podido conocer los secretos de la presa, las entrañas, el interior de la pantalla de hormigón. El ayuntamiento pensó que sería una buena idea organizar visitas guiadas a la infraestructura. Le costó un tiempo convencer a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), pero el pasado verano pudieron entrar los primeros visitantes.

POR DENTRO La presa tiene dos pozos y cinco galerías a distintas alturas (dos de ellas, en la cimentación). Los pozos no son iguales: uno cruza la presa de arriba a abajo, sin interrupciones y el otro se parte en dos, para acomodarse a un terreno que sacó la roca a mitad de camino.

Bajar las escaleras del primero de ellos parece conducir a una boca negra y profunda. Dijo una turista belga que hay 434 escalones, según cuenta Nuria Blanco, una trabajadora del ayuntamiento que acompaña a los visitantes. A mitad de camino, un alto para ver uno de los dos péndulos directos (de arriba a abajo). Registra este aparato las oscilaciones de la presa, que ¡¡se mueve!!. Pero es que moviéndose hace lo que debe.

Se trata de una oscilación inapreciable con la que la infraestructura se acomoda al agua. Cuando el embalse está lleno a rebosar, la presa se desplaza unos milímetros hacia adelante y vuelve a su sitio cuando baja el nivel. La flexibilidad del hormigón evita riesgos.

Chema Morancho, técnico de confederación que abre y cierra puertas al paso de los curiosos, explica con paciencia todos los detalles de un laberinto que hace pensar, sin remedio, en películas de acción. A la altura de la segunda galería continúa la visita: este camino interior recorre la presa de lado a lado, de pozo a pozo. Uno no es consciente de dónde está ni de lo que hay tras las paredes de la galería. Pero de golpe, lo ve, porque uno de los ramales tiene salida al aire libre, a la parte delantera de la presa.

Una puerta protegida por una valla deja pasar la luz natural y ver los toboganes de hormigón por los que se desliza el agua que se suelta. No se puede evitar pensar en quienes trabajaron en la construcción de esta mole, allá por 1958, prisioneros republicanos incluidos.

Otro alto en el camino para ver un nuevo péndulo. Este es inverso (de abajo hacia arriba) y mide los desplazamientos de coronación (la zona alta). Los péndulos directos se encargan de vigilar las oscilaciones de cimentación.

Al llegar al otro pozo se descubren dos ascensores (éste es el pozo que tiene dos niveles). Estos aparatos dan idea del tamaño de la estructura. Pero no están ahí para eso, evidentemente. 434 escalones de subida pueden aguantarse una vez, pero todas...

Todavía hay que bajar un poco más para llegar a pie de presa y, por otro ramal de galería, salir al exterior. Un lateral desde el que se ve la estructura en toda su magnitud. Si hubiera alguna compuerta abierta, no se podría estar allí, tal sería la fuerza del agua cayendo... Y es que son 88 metros de altura.

Una vuelta más por las entrañas de El Grado y aparece la sala de los desagües de fondo: son como tapones gigantescos de bañera (hidráulicos, eso sí) por los que podría vaciarse el embalse. Según Morancho, se maniobran periódicamente para que estén en forma . Y se manejan desde el pupitre , un panel con botones y señales luminosas.

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