Pese a las campañas informativas, aún está instaurada en mucha gente la creencia de que hay que esperar 24 horas para denunciar una desaparición. Algo que no solo es falso, sino que es contraproducente y, por tanto, evitable. «No hay que esperar ni un día ni una hora para denunciar, los primeros momentos son vitales», explica el inspector Abel Ferro, jefe del Grupo de Atracos y Desaparecidos de la Jefatura Superior de Policía de Aragón. De hecho anima a «llamar al 091 de inmediato, porque tiene el mismo valor que una denuncia (aunque luego hay que acudir a comisaría) para que nos pongamos a trabajar».

Este grupo de la Policía Nacional, compuesto por seis agentes, se encarga de las desapariciones de mayores de edad (si no, las asume Menores), sean del tipo que sean. Actualmente, las prioritarias se clasifican como «de riesgo», lo que antes se conocía como «inquietantes», en función de una serie de factores. Entre ellos, el inspector Ferro enumera los indicios que puedan apuntar a un inminente suicidio, como «que dejen una nota de despedida o que saquen todo el dinero de las cuentas y se lo den a un familiar». En estos casos la rapidez en la denuncia es clave, ya que los agentes pueden llegar a evitar -y lo hacen- el fatal desenlace. Pero no solo los suicidas se consideran casos urgentes. También quienes experimentan «una ruptura total con sus hábitos», como el no acudir a la universidad o al trabajo sin causa aparente, o los que no se han llevado efectos personales ni dinero. En el mismo aspecto prioritario están los enfermos que necesitan medicación -como un diabético-, los menores, los mayores con algún tipo de discapacidad o demencia o aquellos a quienes se ha visto por última vez con alguien peligroso, «como una víctima de violencia doméstica con su expareja». Con este análisis de los primeros datos, y previa confirmación de Madrid, los agentes comienzan la investigación, siempre con pasos similares en todos los casos, aunque sea con menos urgencia.

Según repasa Ferro, ante estos casos de riesgo extremo se movilizan a todos los efectivos posibles, desde el helicóptero a las Unidades de Intervención Policial (UIP) y motos, pasando por otros cuerpos como bomberos y Protección Civil, sobre todo si hay que peinar el Ebro. No se sabe muy bien por qué pero, por experiencia, es punto habitual para los que quieren acabar con su vida o simplemente se pierden. En estos pasos se incluye también la consulta en la base de datos general de desaparecidos y en «hospederías, hospitales y otras instituciones», para descartar, por ejemplo, desapariciones voluntarias. Sobre estas, aclara que si se localiza al adulto «solo se puede informar a la familia de que está bien, no de su paradero», para respetar su privacidad. Las gestiones suelen incluir el repaso de las cuentas bancarias, el control del teléfono móvil y su geolocalización (ambas, previa autorización judicial) y otros análisis como de las redes sociales. Y por supuesto las entrevistas más en profundidad con los familiares, que pueden aportar datos clave que hayan pasado desapercibidos.

Tipología

La tipología de las desapariciones suele variar con la edad. Así, para menores «hasta los diez años, suele tener que ver con el secuestro parental. Y en cierta forma, mejor que sea así, si no estamos hablando de algo mucho más peligroso», explica. En adolescentes, por contra, se suele tratar de actos de rebeldía, «irse de fiesta o con la pareja sin dar señales o bien fugas de centros de acogida», repasa. En los mayores, salvo casos de enfermedad mental, los móviles suelen ser económicos o sentimentales. Entre los más mayores, habitualmente tienen que ver con casos de alzhéimer. «En estos casos es vital encontrarlos antes de que llegue la noche, y se suele conseguir», señala.

«Para la Policía, los desaparecidos son una máxima prioridad, por varios motivos. Hay que resolverlos antes de que puedan derivar en muertes violentas o secuestros, y evitar que se cronifiquen, entre otras cosas por la imagen que se pueden transmitir. Pero ante todo por las familias, porque la incertidumbre prolongada es incluso peor que confirmar una muerte. El duelo es un paso psicológico necesario para intentar pasar página», explica el inspector.