La estación de Gallur, en la línea de Zaragoza a Bilbao, estuvo a punto de perder su personal a fines de los años 90, después de que Renfe automatizara sus instalaciones. Los vecinos de la localidad se echaron a la calle para protestar y además presentaron un recurso contra la compañía ferroviaria. En el 2001, la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo les dio la razón y obligó a Renfe a mantener un vigilante en la estación. La sentencia mantenía que la instalación se halla en una curva, un emplazamiento peligroso en el que los medios de control automáticos no son suficientes para advertir a los viajeros y evitar accidentes. A este problema se une el hecho de que Gallur, con 4.000 habitantes, registra un intenso tráfico de trenes de mercancías y de grandes líneas que pasan a gran velocidad por la estación y que a veces coinciden con la entrada y salida de viajeros de un tren detenido en una de las vías. Altavoces y señales luminosas avisan del paso de los convoyes, pero los vecinos han denunciado que en ocasiones no funcionan correctamente.