Algunos balcones parecen Nochevieja cuando se acercan las ocho de la tarde. Aplausos, música y luces. Es el caso de un hogar en el casco viejo de la ciudad que se ha propuesto amenizar a sus vecinos estas jornadas de cuarentena ofreciendo un repertorio de musicaza, según dicen. Y funciona: los residentes en las calles de los alrededores se han volcado en darles ánimos.

«La verdad es que está siendo increíble ver a todos los vecinos asomados a sus balcones y ventanas bailando y entonando las canciones que les ponemos. Para nosotros es algo maravilloso que lo que es parte de nuestro trabajo genere ese sentimiento de unión y alegría, de personas que están confinadas en sus hogares y que, probablemente, sea su única actividad lúdica diaria al aire libre. Estamos enormemente abrumados y agradecidos por su respuesta tanto en vivo como en las redes sociales. Jamás habíamos recibido tantas muestras de agradecimiento por lo que hacemos». Los que así hablan son Florida y Hermosso. La entrevista se ha hecho por cuestionario, como corresponde a estos tiempos de confinamiento.

Las iniciativas en los balcones pueden resultar excesivas para algunas personas, no en vano, solo una semana de encierro y la épica cotidiana sobrepasa muchos niveles de tolerancia. Pero será que en el hogar de cada cual también pasa como en Gran Hermano y los sentimiento se magnifica. Un buen ejemplo fue la celebración del día del padre, con un improvisado canto general de Don Pepito que puso más de un nudo en la garganta. En tiempos de crisis une más la vida compartida que las marchas oficiales.

Y ojo, que como estas van surgiendo decenas, con mayor o menor éxito de crítica y público. En concreto, en Zaragoza corrió como la pólvora la convocatoria del pasado viernes para celebrar la final de la Recopa que repusieron en el canal Teledeporte.

Sin solemnidad

El balcón abierto de par en par de Florida y Hermosso busca huir de la solemnidad, arrancar sonrisas, tejer lazos de comunidad desde la distancia. «Hacemos aquello que está en nuestra mano en estos tiempos, todo el mundo hace lo que puede, la que sabe coser, hace mascarillas, los sanitarios hacen las horas que hagan falta, hay quien le hace la compra a quien no puede salir de casa... nosotros hacemos lo que podemos y creemos que de esto sabemos... que igual es mucho creer...», bromean.

Dirán lo que sea, pero nadie podría criticarles por hacer mal lo que hacen, como atestiguan los likes de las aplicaciones. «Por suerte esta es nuestra profesión, ya que nos dedicamos a la organización de eventos además de ser artistas y contamos con un amplio equipo para espectáculos. Al intuir que se iba a decretar el estado de alarma decidimos coger de nuestro almacén una pequeña parte de nuestro equipo de sonido, luces y efectos para traerlo a casa y poder hacer nuestros pequeños shows diarios», afirman. Duran unos quince minutos y tratan de que tengan un hilo conductor, con ganchos que van desde lo discotequero a lo conceptual. Convertir toda una calle en el barco del amor no es algo al alcance de cualquiera.

El montaje que despliegan tarde tras tarde no es poca cosa. «Contamos con 2.500 watios de sonido, varias cabezas móviles de iluminación, humo, cañones de fuego... y alguna sorpresa más que todavía no vamos a contar para no romper la magia», adelantan.

No se sabe cuánto durará esto de la reclusión. Pero hace falta compañía. Por eso ese espacio de nadie conocido como redes sociales también sirve para mantener el ánimo en una situación como esta. Gracias los grupos de WhatsApp algunas comunidades de vecinos se han organizado para tener a los más pequeños entretenidos. En unos bloques de Vía Hispanidad ya tienen dos bandos de canto desde los balcones. Y gracias a la música que les pone otro vecino que es pinchadiscos profesional cuentan con sesiones de chill-out desde las cinco, con la que enlazan el entrenamiento deportivo con el que les anima otro residente. En el barrio del Arrabal todas las tardes, tras los aplausos al colectivo sanitario, se escuchan algunas jotas. Pura emoción.

La anomalía de las calles

La gente que sale a la calle no oculta la anomalía que supone. A todos se les ve intranquilos, como infringiendo las leyes. Y eso que muchos portarán los permisos que las empresas han realizado a sus trabajadores, unos salvoconductos con los que se acabará comercializando en el mercado negro si la cosa se alarga. Los precedentes aprendidos en el cine postapocalíptico están ya más que analizados.

Será raro, o signo de los tiempos. El caso es que desde que se publican esta serie de reportajes costumbristas el asunto de la decoración de los balcones se ha tenido que tratar en tres ocasiones. Ahí es nada, cuando se los ve siendo una parte inanimada de la arquitectura ciudadana. En los últimos meses se han llenado de forma sucesiva de banderas nacionales, de consignas políticas, de adornos navideños y ahora de mensajes de ánimo. El arcoiris dibujado por los ociosos escolares podría ser el símbolo que unifique todos los carteles, globos y pancartas que se dejan ver durante la cuarentena.

Conversando con un ornitólogo para la redacción de otro reportaje indicaba que su casa da a un patio interior. Una circunstancia a la que se tienen que adaptar muchas más personas de las que parece. Eso sí, las vistas al exterior le están proporcionando notables descubrimientos auditivos. Es como aquello que cantaba Ismael Serrano: Si se callase el ruido / oirías la lluvia caer / limpiando la ciudad de espectros. En su caso ha anotado en su cuaderno de campo que por la ciudad están cantando especies de ave que no se podían imaginar hace solo una semana.

Anotar igualmente que la ayuda mutua de hogar a hogar también está llegando a aquellas familias obligadas a pasar el encierro en las infraviviendas de barrios como el Gancho o la Madalena. Para esto las redes vecinales están siendo de vital importancia, que no solo han de servir para promover el ocio contra el aburrimiento.

Descubrir al de enfrente

Parece curioso, pero esta situación ha permitido descubrir al de enfrente. El paisaje arquitectónico tantas veces visto y en el que no se había reparado. Así lo demuestran las fotos que se van colgando en Twitter, haciendo partícipe al mundo de las modestas vistas que cada cual tenga ante sí (cuando eso es posible).

La música, mientras tanto, se repetirá tarde tras tarde. «Es un reto enorme para nosotros ya que al ser un show diario para el mismo público, tenemos que sorprender cada día para que no acabe siendo monótono y predecible», dicen Florida y Hermosso.

Posiblemente lo mejor que se pueda sacar de un confinamiento voluntario sean nuevas relaciones entre vecinos.

El colectivo de los psicólogos destaca que este tipo de actividades son muy importantes para mantener alejada la ansiedad que produce el confinamiento, para subir la moral de la población, así como para fomentar la solidaridad y la empatía en estos momentos en los que los casos de contagios se suceden y cada vez tocan de forma más cercana. Algo que parece confirmar la intuición que tuvieron los concursantes de Gran Hermano.

«Nosotros vamos a seguir haciendo esto hasta que acabe el confinamiento y lo celebraremos con una gran fiesta en la calle todos juntos con nuestras cabinas autónomas», destacan. Además, ofrecen algunos consejos para los que están lejos de sus balcones: «A todos los que están en cuarentena les decimos que aprovechen, apaguen la tele y hagan cosas, lo que sea... manualidades, leer, cambiar los muebles de sitio para que parezca que tienen piso nuevo, ejercicio, que aprendan algo nuevo en la universidad de Youtube... lo que sea excepto quedarse en el sofá todo el día con la tele, pues ahí solo encontrarán miedo, angustia y aburrimiento». Nada más que añadir.