La prolongada sequía que padece la provincia de Teruel ha obligado a la capital a tomar medidas extraordinarias en pro de un uso más racional de los recursos hídricos disponibles. Una de ellas ha sido la reactivación de los denominados pozos de San Blas, que llevaban diez años sin utilizarse pese a que forman parte de la red local de suministro.

El problema principal se halla en el embalse del que se suministra la ciudad, El Arquillo, en la cuenca del Guadalaviar-Turia, que en la actualidad solo alberga cuatro hectómetros cúbicos.

El concejal Julio Esteban manifestó ayer que este estado de cosas llevará a adoptar medidas para limitar el uso de agua, en particular en labores de riego y también en la limpieza de coches, por poner solo algunos ejemplos.

La ciudad de Teruel se halla en una zona poco lluviosa, pero a este problema de origen se ha unido la prolongada sequía de este año, que se suma a la de los últimos ejercicios.

Con todo, se trata de una situación atípica pero que ya venía apuntando desde el mes de agosto, cuando El Arquillo se hallaba al 25% de su capacidad total, situada en más de 20 hectómetros cúbicos.

Ya entonces sonaron las alarmas porque el nivel de agua del embalse descendía a ojos vista sin que su vaso recibiera aportes de la sierra de Albarracín, en la cabecera del río Turia.

Además, en el 2014 también se llegó casi a una situación de emergencia que llevó a construir una toma más baja en El Arquillo. De ahí que ahora, al faltar agua, se haya decidido poner en juego los recursos de refuerzo existentes, como los pozos de San Blas.

Estos depósitos se construyeron en 1994, por parte de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), debido a que en aquellas fechas se produjo una situación de sequía extrema. Con todo, los pozos se han utilizado únicamente en contadas ocasiones y solo en los casos considerados de gran necesidad, como es la situación que se está registrando en estos momentos.