María Pilar López lo tiene claro: «Si hubiera más ayudas a la incorporación de jóvenes al campo muchas más mujeres se animarían a entrar en el sector». Esta agricultora y ganadera, que explota junto a su marido 200 hectáreas de cereal de secano en Villahermosa del Campo (Teruel) y una granja de porcino, subraya además que si más mujeres se incorporaran a la actividad se podría contribuir a la lucha contra la despoblación en muchos pueblos.

En este mismo sentido se manifiesta Isabel Atarés, que apunta asimismo que el proceso para poner en marcha casi cualquier explotación es «arduo y largo».

Esta oscense decidió dar un giro a su vida en el 2014. «Vívía con mi marido y mi hijo en Huesca y trabajaba como administrativa en una oficina, pero siempre habíamos querido vivir en un pueblo así que decidí dar el paso», explica.

Atarés tuvo la suerte de contar con algunas tierras en Curbe (Monegros), donde vivió con sus padres hasta que estos decidieron trasladarse a la capital oscense. «Empecé de cero porque mis abuelos sí que se dedicaron al sector, pero mis padres ya no», comenta la oscense, que apostó fuerte por la actividad. De hecho vendieron su piso de Huesca y pidieron un crédito para comprar maquinaria y construir la granja en la que ahora cría a unos 200 terneros mamones.

«El trabajo es sacrificado, pero merece la pena», apunta Atarés, que recomienda asesorarse bien a todos los que quieran iniciar un proyecto en el sector.

La ganadera, que también tiene en Curbe algunas hectáreas de cereal, destaca que su actividad está totalmente masculinizada pero asegura que nunca se ha sentido discriminada por nadie ni ha tenido dificultades en este sentido. «Yo en mi entorno no veo a ninguna mujer trabajando en el campo, pero espero que poco a poco esto vaya cambiando», concluye. R. l. m.