El tranvía de Zaragoza seguirá en huelga. Al menos lo hará otro mes más y después de haber superado el primero con una incidencia relativa, sin causar mayores problemas que los que provoca la reducción de los aforos obligados por la crisis sanitaria.

La reunión entre la dirección de Los Tranvías y el comité de empresa en el Servicio Aragonés de Mediación y Arbitraje (SAMA) de hoy ha sido más de lo mismo. Un tira y afloja que se revuelve en los despachos cada semana sin que tenga mayor trascendencia en la calle.

Esta huelga está siendo peculiar y su eco entre los usuarios es residual. Viajeros que cuestionan si es el mejor momento para convocarla, en mitad de una pandemia, con el recelo que existe a la hora de encerrarse en un espacio cerrado con decenas de personas desconocidas, por mucho que lleven su mascarilla, vayan en silencio y las ventanas estén abiertas por eso de los aeroseoles. Tanto que la demanda sigue rondando el 40%.

Está teniendo poca trascendencia y poca incidencia. «Es pequeña, sí, pero porque tampoco creemos que sea momento de causar más problemas, lo que queremos es que la gente sepa lo que está sucediendo», explica Julián Aramendía, del comité de empresa.

El ayuntamiento decretó unos servicios mínimos que de mínimos no tienen nada pero que están pensados para tratar de garantizar las distancias de seguridad entre los pasajeros. En las franjas horarias de mañana (de 8.30 a 9.00 horas) y tarde (de 19.30 a 20.00 horas) sean del 80%, mientras que en la de mediodía (de 14.00 a 14.30 horas) del 90%. Con estos porcentajes apenas uno se da cuenta de que algo sucede en el Urbos 3. Por si fuera poco, según la dirección de Los Tranvías, el seguimiento de los trabajadores ronda el 50%. Entre unas cosas y otras, los trabajadores pierden fuerza en los despachos y un mes después de que comenzarán las negociaciones en el SAMA (que ya venían de lejos en cocheras) no han avanzado nada.

Los empleados siguen pidiendo que se reduzcan sus jornadas al frente del volante. «Estar cinco horas y media ininterrumpidas es peligroso», asegura Aramendía, que critica que «los conductores que llevan cerdos cada cuatro horas y media tienen que parar 45 minutos, nosotros que llevamos a 300 personas, por ciudad y una máquina de 32 toneladas, no». Visto así.

También piden mejoras salariales, el IPC anual más un 1,5%, pero tampoco en esto han conseguido arrancar el compromiso de la empresa. O que se reduzcan las horas anuales que acumulan, 1.720 en lugar a las 1.688 que contemplan los pliegos. La empresa, dicen, solo está dispuesta a reducirles la friolera de ocho.

Ojo, porque los conductores del bus amenazan con huelga.