Dicen los que se dedican a repartir suerte que el lotero nunca lleva décimos premiados. Que su misión y su trabajo es dar dinero, no quedárselo. Y quizás por eso este miércoles, en la administración de lotería número uno de Calatayud sus propietarios estaban tan felices. «Llevo toda la mañana llorando. Cuando damos un premio siempre me da por ahí, oye», decía sonriente Mercedes San Gil, que junto a su marido, Ángel Carrau, y su hija, María, celebraban que han repartido el premio gordo de El Niño.

En total, su administración ha repartido 40 millones de euros con el 19570, el número que salió del bombo ganador del sorteo extraordinario. Los 40 millones estaban divididos en 20 series, lo que son, en total, 200 décimos. Se vendieron todos y cada uno de ellos estaba premiado con 200.000 euros. «No da rabia, no. Nuestro trabajo es este y cuando vendes un premio te sientes muy satisfecho, aunque tú no lleves nada», explica la lotera. Eso sí, tampoco se reconocen ningún mérito: «hoy todo el mundo nos ha venido a dar las gracias, pero en realidad nosotros no hemos hecho nada», reía la mujer.

Pero si su satisfacción en el oficio se mide por el número de millones repartidos, en este punto de venta de la lotería se deben de sentir muy orgullosos de su labor. Ya en 1992 esta administración fue la responsable de repartir más de 10.000 millones de pesetas entre los vecinos de Calatayud. En aquella ocasión fue el Gordo de la Navidad el que repartieron, no el de El Niño. «Sí, sí, aquel fue el del panadero. Nos tocó a los de la peña», recuerda ahora Ángel Carrau.

En su establecimiento un discreto cartel recuerda, asimismo, que también repartieron pellizcos importantes en 1973, 1986, 1992, 1993, 1994, 1996 y en el 2005. Asimismo, tanto en el 2012, como en el 2014 y en el 2016 vendieron boletos del quinto premio de la Lotería de Navidad. Ahora tendrán que añadir otra fecha más esta larga lista y «aunque parezca que están acostumbrados», de eso nada. «Llevo desde los siete años en esto, cuando mis padres llevaban la administración, y ahora tengo 74. Hecha cuentas», reía también Carrau. La experiencia, en este caso puede medirse en millones de euros (y de pesetas).

Este miércoles, antes de que dieran las 14.00 horas, Ángel, Mercedes y sus hijas estaban preparándose para cerrar el establecimiento. A pesar de la alegría, la fiesta estaba en otra parte, a las puertas del bar Central, que había comprado gran parte de los décimos premiados. «Tenemos que irnos, que tenemos la comida de Reyes, pero llevamos una mañana», decía Carrau. Mientras, María, decidía junto con un responsable de Lotería Nacional dónde colocaban los carteles que anuncian que han sido los encargados de repartir el primer premio de El Niño.

Vacuna alternativa

Carrau y San Gil no son los únicos loteros de Calatayud que ayer repartieron suerte. «La Tere también vendió algún décimo, pero por el terminal. Ya le hemos felicitado también, entre loteros también nos alegramos. No quedaban boletos porque no se había impreso toda la serie, pero los pidieron», explica la hija de los loteros. La Tere es María Teresa Ruiz, que regenta la administración número dos del pueblo, y que también repartió números del Gordo de El Niño. «No sabemos muy bien cuántos -decía poco después de conocerse la noticia- pero estamos muy contentos, claro». En su caso, tampoco era la primera vez. En el 2010 Tere regaló a sus vecinos un total de 53 millones de euros con el segundo premio de la Lotería de Navidad.

«En general te alegras mucho por todo el mundo, pero en especial por aquellos que este año lo han pasado mal», reconocía Mercedes San Gil. En concreto, la lotera mencionaba el caso de un hombre «que había sufrido un accidente» y sin trabajo que había comprado el boleto ganador justo el día de antes. «Se acercó el martes por la tarde con su pequeño con el carrito y fue el niño el que eligió el número. Y mira», decía alegre y, de nuevo, a punto de echarse a llorar.

Así se cerró la jornada en Calatayud, en la que muchos de sus vecinos se acostaron con un pellizco. Pero hoy mismo los loteros volverán a sus mostradores. Su misión nunca acaba.