Los pinchazos telefónicos han sido claves en la investigación desempeñada por la Guardia Civil de Teruel. No solo les permitió descubrir una red de exportación de medicamentos que afecta ya a varias comunidades autónomas sino que también les ayudó a comprender el por qué lo hacían y cómo lo hacían.

En una de las conversaciones intervenidas a la titular del dispensario de Monroyo, Rosa del Carmen Sorli, los investigadores observaron que la crisis también está haciendo mella en estos trabajadores. Esta mujer recibió una llamada de Pilar --una trabajadora del colegio de farmacéuticos-- debido a que se había enterado de la entrada y registro en la botica de Peñarroya de Tastavins. Rosa del Carmen Sorli le dice que tiene a la Policía Judicial en la farmacia y rompe con un: "Lo hice. Lo hice unas pocas veces. Y lo hice y ya está. Lo siento mucho, pero fue tres o cuatro veces".

VERGÜENZA Ante ello, Pilar le pregunta por qué y si no podía haber pedido ayuda a sus compañeros, pero la ahora imputada, avergonzada, le señala que no puede decir que no llega a final de mes. Le recuerda que cuando se bajaron los precios de los medicamentos ya se planteó este asunto en el colegio farmacéutico porque "en las boticas pequeñas no hay venta libre --pañales, cosmética, preservativos, ortopedia--".

Por otra parte, la farmacéutica de Alcalá de la Selva, Eva María Valero, llama un día a su marido para decirle que está muy nerviosa, que ha hablado con su compañera de Mosqueruela y que "una de las que tuvo el lío --se refiere a las cerradas en Zaragoza-- hace lo mismo que nosotros".

Le muestra sus deseos de vender el dispensario antes de que lo precinten porque, en caso contrario, le va a ser imposible deshacerse del negocio. Su esposo le reprocha y le pregunta "por qué lo hizo" y ella le contesta que por dinero.

También le afirma que se quiere ir fuera, pero su pareja le dice que le encontrarán.