Dicen que por aquel entonces en Belchite solo se oían disparos, sirenas y gente pidiendo auxilio. De vez en cuando las mujeres se juntaban a rezar el rosario en alguna esquina, pidiendo que la guerra acabase, que el pueblo volviese a la normalidad. Era 1937 y la guerra civil avanzaba sangrientamente a lo largo de la península.

El día 24 de agosto de ese mismo año, las tropas republicanas comenzaron a aproximarse a la población en un intento de evitar que el bando franquista se hiciese con Zaragoza. Comenzó una batalla que acabaría con final amargo. Lo corroboran las 6.000 vidas que alli perecieron.

Ahora Belchite continua siendo sobrecogedor. El silencio reina en todas los rincones de la antigua población y una atmósfera imperceptible te obliga a recordar lo que allí sucedió hace casi 80 años. Todo enmudeció tras la guerra y así sigue. Solo los miles de agujeros de bala y los edificios derruidos permiten intuir las atrocidades que allí se vivieron.

Belchite es mágico, al margen de las historias paranormales que allí dicen que suceden. Relojes que cambian de hora al entrar a la iglesia de San Martín, focos que explotan o baterías que se descargan. La realidad supera a la ficción en muchas ocasiones y volver a Belchite es formar parte de un guion bélico, aunque el único peligro es el desprendimiento de alguna de las capillas laterales de la iglesia.

En el pueblo nuevo intentan olvidar la historia. Si preguntas por aquellos días, siempre la misma respuesta: "Si quereis saber sobre la guerra, id a ver las ruinas. Espero que nunca tengais que ver lo que vivimos".