Trabajó en el estudio del arquitecto galardonado con el Premio Pritzker, el considerado como Nobel de Arquitectura, con quien desarrolló algunas de sus obras y proyectos para Aragón. Una estrecha relación que le ha llevado a ser el comisario de la exposición ‘Moneo en Aragón’, que puede verse en el Palacio de Sástago hasta el 5 de enero, organizada por la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ) y el Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón. Esta tarde presenta un documental relacionado con la muestra que el Colegio de Arquitectos colgará de manera gratuita en su web.

— ¿Cuál es su relación con Rafael Moneo?

— Entré a trabajar en su estudio en el 2003, cuando se estaba acabando el Centro de Arte y Naturaleza de Huesca (Cedan) y empezaba la construcción de la primera fase del Balneario de Panticosa. Me seleccionaron como arquitecto en obra y me trasladé a vivir a la zona del valle de Tena.

— ¿Por qué le eligieron a usted?

— De entrada, Rafael buscaba a un arquitecto de Huesca. Siempre ha entendido que trabajar en el lugar tiene mucho que ver con conocer a sus gentes, con poder relacionarse con ellos y con estar cómodo en la que, al final, es tu casa. Por otro lado, llevar una obra de Rafael es muy complicado. Es difícil porque el nivel de exigencia es altísimo. Es una arquitectura muy especial. No solo en su concepto, también en la ejecución. Imagino que el currículum y la entrevista que realicé también influyeron.

—Y luego continuó trabajando para él...

—Me trasladé a vivir a Madrid y desarrollamos los proyectos de la segunda fase de Panticosa, que con la crisis no llegaron a terminarse. Luego me desplacé a Zaragoza a rematar Aragonia, que ya estaba bastante adelantada. Ahí finaliza mi colaboración como trabajador de su estudio, aunque tuvimos la oportunidad de trabajar conjuntamente en el proyecto de ampliación del Cdan, que finalmente también quedó paralizado. Esta exposición ha sido para mí una oportunidad de volver a retomar dicha relación.

—Usted es el comisario de la muestra.

—Sí. Ha sido toda una aventura. Me desplacé a su archivo y busqué y seleccioné el material. Rafael había expuesto parte de su obra en una muestra monográfica que ha estado rotando por todo el mundo, de forma que una parte pequeña ya la teníamos y nos ha servido de guía.

— ¿Ha vigilado el propio Moneo el montaje de su exposición?

—Absolutamente. Le gusta tomar decisiones sobre todo lo que tiene que ver con él. Es sorprendente, porque cuando uno ve la cantidad de proyectos que ha hecho por medio mundo, parece mentira que pueda estar atento a todos los detalles. Y lo está.

— ¿A sus 82 años también?

—Exactamente igual. Sigue viajando por medio mundo, dando conferencias, impartiendo clases, trabajando. En la exposición hay una cronología que da una idea de toda esta trayectoria.

—Esta tarde presentan un documental.

—Además de la exposición en Sástago, que incluye no solo las obras y proyectos, sino también una entrevista personal a Rafael y algunos de los muebles que ha diseñado, hemos editado un libro y producido un documental, que es el que se presenta esta tarde en el Colegio de Arquitectos. Lo interesante de exponer en la DPZ es que todo lo hace ‘open source’ y el documental y la entrevista se colgarán gratuitamente en la web del Colegio de Arquitectos.

— ¿Cuál es la relación de Moneo con Aragón?

—Muy estrecha. Lo fue en su juventud, y lo sigue siendo a nivel personal. Tiene un cariño inmenso por Aragón. Su padre era de Tudela y su madre, de Huesca. De hecho, es la primera exposición de Rafael de este carácter en un territorio. Él mismo dice que vivir en el Ebro le permitió entender cómo funcionaba el mundo. Y con esa seguridad y los viajes que realizó amplió su cultura y horizontes. En Zaragoza está su primera obra, la fábrica Diestre, una de las pieza clave de la muestra.

—‘Opera prima’ que no cuenta con protección alguna.

—La suerte que hemos tenido es que quienes la han utilizado la han respetado. Lo que quiere también decir que el edificio estaba bien pensado y les ha servido.

— ¿Cómo califica al Moneo arquitecto?

—Siempre se habla de él como del arquitecto atento al contexto y con una gran cultura. Yo hablaría también de su intuición. Y una buena muestra son sus croquis, incluidos también en la exposición. Unos pequeños dibujos en donde uno ve ese momento inicial, ese chispazo que da luz al proyecto.

— ¿Cómo define su estilo?

—Él siempre dice que no tiene un estilo propio. Yo creo que es así. Su arquitectura es muy serena y tranquila. En todos sus proyectos aparecen unas líneas horizontales comunes, a veces algo animadas. Pero yo diría que es un arquitecto que ha estado muy atento a su tiempo y ha sabido leer lo que la sociedad le pedía en cada momento.