La residencia La Solana de Aínsa ha conseguido blindarse frente al coronavirus y durante este año ha logrado mantener a salvo de contagios a su medio centenar de usuarios. «Ha sido una mezcla de medidas muy estrictas y suerte», reconoce Laura Castán, directora del centro. Duras restricciones que llegaban incluso antes de que fueran obligadas por parte de las autoridades sanitarias, como la limitación de visitas. Suerte, porque ni Aínsa ni la comarca de Sobrarbe, de donde proceden los residentes, se han visto muy castigadas por el coronavirus. Y tras este año complicado --a nivel físico y emocional-- han recogido la Cruz de Sobrarbe, un emblemático reconocimiento de la sociedad civil sobrarbense.

«Con este premio le dan valor y prestigio a un trabajo que requiere altas dosis de implicación física y emocional, nos hace visibles ante la sociedad, y estamos todos contentísimos. Por el apoyo que recibimos de las familias y porque cuidamos de nuestros mayores como querríamos que nos cuidaran a nosotros», resume Castán.

A poco más de un mes de que se cumpla el primer aniversario del estado de alarma, en esta residencia de mayores que gestiona la Comarca de Sobrarbe desde el 2009 con el apoyo del consistorio ainsetano, celebran que no ha habido ni un contagio entre sus usuarios y que, además, se abre un «resquicio para respirar» porque ya han completado la segunda dosis de la vacuna. En este tiempo, solo han padecido el contagio de una trabajadora, que no afectó a ninguno de los usuarios.

«A principios de noviembre una compañera se fue a su casa a mitad de turno porque le avisaron de que a su madre le iban a hacer la PCR, y justo había comido con ella el día de antes. Además de aislarse ella, también se aisló otra trabajadora con la que habían compartido trayecto en coche», explica Castán. Finalmente, la PCR arrojó un resultado positivo, pero el aislamiento preventivo de estas trabajadoras evitó que el contagio llegara a los mayores.

«Controlamos la temperatura a los residentes tres veces al día y somos muy estrictos con las medidas. Para las visitas, el Ayuntamiento de Aínsa nos ha acondicionado el Jardín de Buisán, para que se puedan realizar al aire libre», incide la directora. Y otro de los secretos del centro, compensar las restricciones con actividades «emotivas» para acercar a familias y usuarios. «Intentamos llenar la carencia de no poder ver a sus seres queridos», señala Castán.