Recibo llamadas telefónicas y correos (electrónicos, of course ) cargados de un solo y urgente interrogante: --Pero ¿cómo es posible que no diga usted nada ante el nuevo debate urbanístico que asuela los ámbitos políticos y mediáticos de Zaragoza? ¿Ya no se atreve? ¿No se entera? ¿Se hace el longuis porque ahora mandan los socialistas?... ¿Qué le pasa a usted, que ya no clama ante los escándalos ladrilleros? Y un servidor de ustedes, que justo acaba de escribir una chorradita sobre el peliculero nombre de las calles de Valdespartera, se planta ante sí mismo y reflexiona: ¿Qué puedo decir sobre el ladrillo (el solar más bien) a estas alturas?

¿Les parece bien que reconozca el definitivo éxito de los cárteles inmobiliarios que han logrado involucrar en su lógica-ilógica a todas las instituciones públicas, manden en ella las derechas o las izquierdas? ¿Quieren que glose la chusca situación actual en la que DGA y Ayuntamiento de Zaragoza se disputan como dos avezados traficantes de suelo las grandes operaciones inmobiliarias? ¿Les explico por enésima vez las pésimas consecuencias del caos urbanístico impuesto por la ley de la especulación? ¿Desean oír los prodigios acaecidos en Zaragoza, donde ya no sólo el cártel local sino las grandes inmobiliarias nacionales ganan dinero a espuertas vendiendo terrenos en el quinto cardo borriquero y pisos de medio pelo a más de cuatro mil quinientos euros el metro cuadrado construido? El solar y el ladrillo han contaminado todo. En la capital aragonesa, un Ayuntamiento arruinado se enfrenta al hecho de que financiarse vendiendo suelo recalificado no sólo es inmoral en sí mismo, sino que además está generando un modelo de ciudad desintegrada cada vez más caro e insostenible. El Gobierno aragonés ha gustado en Pla-Za las mieles de las grandes operaciones urbanísticas y ahora quiere más. Y los municipios anejos (La Muela, Cuarte, María...) también reclaman un sitio en el banquete de los metros cuadrados. Esto es una epidemia.

(Continuará)