José Alfredo Polo es un experto en basuraleza. Lleva meses y meses recorriendo los alrededores de Épila, donde vive, y recogiendo todos los residuos que encuentra a su paso. En algo menos de tres años, ha llenado, él solo, 2.132 bolsas de plástico de diferente capacidad. A las que hay que sumar otras 340 bolsas que ha ido cargando un grupo de voluntarios formado por su hija Jacqueline, su amiga Leyre, y los dos pequeños de esta, Uxué y Eneko.

«El 90% de la basura son latas de bebida y de comida vacías que la gente abandona en el campo», explica. «Hacen una merendola o una barbacoa al lado del río y cuando se van ahí quedan todos esos restos», precisa.

El 10% restante se subdivide, a su vez, en basura orgánica y objetos de difícil clasificación. «Puede parecer mentira, pero hay personas que, por no acercarse al contenedor más próximo, tiran la bolsa de la cocina en cualquier sitio», señala José Alfredo, que tiene 44 años. Luego llegan los perros asilvestrados que merodean por la zona, rasgan el envoltorio de plástico y dispersan el contenido.

«No es un problema nuevo el de la basuraleza», afirma. «Es una lacra que se arrastra hace muchos años y un día te planteas que hay que pasar a la acción».

La fauna, la más perjudicada

Al principio, José Alfredo, que paseaba por los alrededores observando antiguas ruinas e interesándose por la fauna, notó que la basuraleza dañaba la vista. «Pero el aspecto visual es algo superficial, lo grave es lo que hay detrás de los residuos», subraya.

Y lo que hay detrás, como comprobó al poco de ponerse a recoger latas, envoltorios y botellas, es que todos esos restos causaban un gran perjuicio a los mamíferos, a los peces del río Jalón y a las aves esteparias que sobrevuelan Valdejalón. «Los aparejos de pesca abandonados en el río aparecen luego clavados en los pájaros», denuncia. Y lo mismo ocurre con los anillos que sirven para sujetar las latas. Ya no le sorprende ver pasar un milano que lleva agarrada a las patas, al cuello e incluso al pico, una de esas tiras de plástico.

«Últimamente, he llegado a ver incluso aves que vuelan con mascarillas usadas de las que no consiguen desprenderse», asegura.

El esfuerzo de José Alfredo y el resto de voluntarios no cae en saco roto. La recogida de basuraleza es ya una actividad fomentada por las organizaciones ecologistas. De hecho, durante el 2020, en Aragón se recuperó una tonelada de basuraleza dentro del proyecto Libera, lanzado por SEO/BirdLife y Ecoembes y que suma el esfuerzo de las administraciones y los centros de enseñanza.