Le apasionan los sellos. Han pasado 38 años desde que comenzó como vendedor en Zaragoza, pero lleva toda una vida como coleccionista. Para José Manuel García, de 70 años, los sellos son su pasado y su presente. Cada domingo coloca su tenderete en la plaza San Francisco para intentar "quitárselos de encima". Según explica el jubilado, ya no desea acumular más porque se está haciendo mayor y ya no hay continuidad de las colecciones que él tiene.

"Soy más comprador que vendedor. Aunque me dediqué toda la vida a la venta, aún sigo adquiriéndolos", comenta. Aun así, sigue comprándolos compulsivamente en subastas de la ciudad. "Esto es una enfermedad", dice, sonriendo mientras recoloca su puesto. En su tenderete acumula más de seis libros antiquísimos llenos de sellos de mil colores. Destacaban los más actuales frente a los que conservaba de la época franquista por su color envejecido. Desde hace un año los vende a un precio mucho más bajo de lo que pagó por ellos. "Pese a ello, parece que nadie desea comprarlos", manifiesta.

El vendedor se queja de que este año el consistorio de la ciudad les ha obligado a pagar por poner un puesto de venta en la calle una vez a la semana. "A este paso, en un año desaparecerá el mercadillo. Muchos de mis compañeros se han marchado", explica.

"Me parece muy injusto tener que pagar por estar aquí 5 horas a la semana, no lo veo necesario", se lamenta. El jubilado vendedor y coleccionista de sellos explica que ahora están más puestos de venta porque se han colocado unos que tienen cromos de fútbol. "Pero no sé cuánto durarán aquí porque si venden un cromo a 0,20 céntimos y tienen que pagar bastante no es sostenible", añade

Este negocio, dice, no es rentable para ningún vendedor. "Los que estamos aquí somos todos abuelos y esto ya no es ganancia para nadie", indica. Y asegura que es "imposible" conseguir dinero vendiendo sellos. "¿Cómo voy a obtener ganancias si cada sello cuesta 0,10 céntimos?", dice. A su lado se encuentra un señor de 89 años que cada domingo acude al mercadillo para comprar algo. "Los del ayuntamiento nos han fastidiado porque mucha gente se ha ido de aquí por no poder pagar", dice. El vendedor estima que dentro de un año ya no quedará ningún tenderete.