Ni una, ni dos, ni tres. Hasta cuatro son las olas que el coronavirus ya deja en la historia de esta pandemia en Aragón. La última, fruto del descontrol de la Navidad, se va a pagar caro cuando ni siquiera se ha cumplido un año de crisis sanitaria y la sensación es que se está de nuevo en la casilla de salida con el confinamiento domiciliario (otra vez) en el horizonte.

La curva se ha desmadrado a pesar del cierre de la comunidad, de las tres provincias, de las medidas de distancia social y de las constantes llamadas a la responsabilidad individual. El 2021 ha empezado peor de lo que terminó el 2020. Y, en la última semana, ya sin festivos de por medio, se ha arrojado una cruda realidad: la transmisión vuelve a ser elevadísima en todo Aragón.

Hasta ahora los datos eran como un espejismo porque las pruebas diagnósticas no habían alcanzado, ni de lejos, un ritmo elevado de análisis, pero bien sabían ya en los centros sanitarios que una cosa era el dato oficial de cada día y otra el panorama desolador que volvía a verse en Atención Primaria. Familias enteras contagiadas, hasta 20 contactos estrechos por cada infectado, labores de rastreo multiplicadas y un goteo de positivos imparable que ha situado la incidencia acumulada en 329 casos por cada 100.000 habitantes cuando el 1 de enero eran de 148. «Son unas cifras elevadísimas», reconocía ayer la consejera de Sanidad de la DGA, Sira Repollés.

El 2 de diciembre se anunciaron más medidas, se prohibió fumar en las terrazas y los aforos variaron un poco. El resultado es de nuevo tener cifras similares a las de noviembre, con una situación que vuelve a ser crítica porque las próximas semanas pueden ser aún más devastadoras. La previsión es que en esta cuarta ola también se superen los mil casos diarios (ayer 838 y el jueves 907), que se dice pronto.

En los hospitales parece estar la cara más amable, porque todavía hay camas suficientes y el indicador es mejor que el del resto de España, pero lo cierto es que los ingresos con cuadros de covid no han dejado de subir este mes y el sistema sanitario está ahora más expuesto que nunca al riesgo. «Ha bajado la media de edad de los infectados, pero los contagios se desplazan a las poblaciones más vulnerables en los días siguientes», explicó el director general de Salud Pública de la DGA, Francisco Javier Falo.

Con medidas a tiempo o a destiempo, con críticas justas o sin fundamento, con decisiones políticas acertadas o erróneas, el caso es que este paso atrás duele un poco más si cabe entre la ciudadanía después de casi un año de esfuerzos. El hastío se agudiza algo más porque el bofetón a mano abierta que vivió Aragón tras el puente del Pilar parece que no sirvió de nada y durante las Navidades muchos olvidaron de dónde veníamos.

Ahora se está incluso peor que entonces con nueve localidades confinadas (nunca habían sido tantas), un toque de queda adelantado que busca arañar una hora menos a cualquier movilidad en las calles y un sector comercial y hostelero trastocado. Pues eso, peor que en noviembre y el pico está todavía por llegar. La comunidad está subida a una cuarta ola imparable y es hora de bajar el balón al suelo para finiquitar el partido. Si es con un gol, mejor. Pero sobre todo con responsabilidad.