Sofíe fue tentada por el sueño europeo cuando vivía con su hijo en Bucarest hace dos años. Decoradora profesional y madre soltera, malvivía en la capital rumana con los escasos recursos económicos que le proporcionaba su trabajo como planchadora hasta que un conocido le habló de las "oportunidades laborales" que había en España, por lo que se decidió a viajar para probar suerte.

En septiembre del 2002, con 30 años y un hijo de 10, se plantó en Zaragoza y en un albergue le presentaron a Miguel C., también rumano. Un compatriota le dijo que era "un hombre con contactos que le podía ayudar".

Su nuevo conocido se prestó solidariamente a orientarle e incluso la sacó del albergue y la llevó a su vivienda, comprometiéndose a buscarle un trabajo.

Días después la llevó a un club de alterne de la calle de San Antonio María Claret y le dijo que las compañeras de trabajo le dirían lo que tenía que hacer. Sofíe, que no es el nombre auténtico de la joven rumana, intentó resistirse en los primeros días, pero fue golpeada por el proxeneta, según su versión.

En el juicio que se celebró ayer en la Audiencia de Zaragoza, Sofíe relató que, a partir de entonces, Miguel C. le acompañaba siempre que salía de casa para dirigirse al club de alterne, a donde también acudía a recogerla al acabar la jornada. Cuando se quedaba sola en casa, la puerta se cerraba con llave. Ante esta situación, envió a su hijo a un centro de acogida, donde aún permanece. De esta forma vivió desde septiembre del 2002 hasta mayo del año siguiente, cuando se le presentó la oportunidad de huir.

El supuesto proxeneta le dijo en una ocasión que no iba a buscarla porque le dolía la cabeza. Sofíe contó ese día con la complicidad de algunas compañeras de trabajo, que conocían su deseo de abandonar aquella vida y que le dijeron a dónde podía acudir a ocultarse las primeras noches. Tras varios días de fuga , decidió denunciar los hechos.

El fiscal solicitó ayer tres años de prisión para Miguel C. por un delito relativo a la prostitución, y la abogada de la acusación, Trinidad Paño, pidió otros tres de retención ilegal. Sin embargo, el acusado relató que todo era una maquinación de la joven "por celos". Según dijo, el problema surgió cuando le dijo que tenía que abandonar el piso que compartían porque su mujer se iba a trasladar desde Rumanía a España. Su abogada pidió la absolución.