"¿Por que son tan gigantes?", preguntaba una pequeña disfraza de duende a su abuelo mientras veían a los personajes del pasacalles infantil. "Porque van en tacones", le respondía.

La plaza del Pilar se convirtió en una especie de País de las Maravillas donde Alicia no era la única protagonista. Y aunque el desfile estaba ambientado en los siglos XVIII y XIX, lo tradicional se mezcló con los personajes del XXI. Superhéroes como Hulk revueltos con caperucitas rojas, una familia disfrazada de Lego con un tradicional detalle: el cachirulo. Y entre tanto, Woody y Buzz Lightyear, de Toy Story, compartían hueco con Supermán. El hombre araña fue el disfraz que más se vio por la plaza. Y claro, no podían faltar las princesas ni las brujas, que correteaban entre las piernas de los gigantes que amenizaban la jornada entre el público.

Ayer era el día de "no estar serios" y donde "nadie mandaba", como decían unos curiosos personajes de la comparsa de la Mojiganda desde el escenario que, dos siglos después, volvió a ser la responsable de poner color a los carnavales. Y con ella, Velázquez y sus meninas, más diferentes de lo habitual, con pomposos vestidos y una altura desorbitada. "Saludos a todos, incluso a la Mojigangas", decían. Entre el pasillo de niños y padres, donde todos querían estar en primera fila había aviones que parecían aterrizar entre el público y una especie de nave espacial futurista, con DJ incluído, y unos cascos poco prácticos, pero muy originales: jaulas de pájaros.

Pequeños y mayores

Y es que, tras "un año viajando sin llegar a ninguna parte, esperando este momento para celebrar la fiesta de carnaval" solo había una única regla, "que no hay reglas". Así que, pequeños, mayores y, algo más que mayores, hicieron los propio. En cuanto los Titiriteros de Binéfar salieron al escenario, todos --sin excepción, era el día sin reglas-- empezaron a bailar siguiendo las instrucciones del grupo. Así, saltaban o giraban princesas, pintores, vaqueros, una simpática y pequeña abeja maya, junto al conocido Mario Bross. Pero no todos eran niños. Los disfraces estaban permitidos tanto para pequeños como para padres. La plaza del Pilar tampoco fue el único rincón de Zaragoza donde encontrarse con un superhéroe a pequeña escala.

De lo clásico se pasó a los 60. En Huesca, una carroza hippie y otra protagonizadas por Aspace Huesca con 90 personas disfrazadas de abispas se encargaron de amenizar un domingo soleado muy carnavalesco.