Desde que la literatura recreara la vida del último habitante de Ainielle --Andrés, de Casa Sosas-- en la novela La Lluvia amarilla , de Julio Llamazares, la recuperación de los pueblos abandonados se ha convertido en una lucha por la supervivencia de una identidad y de la vertebración de un territorio. Una actitud cada vez más demandada por la sociedad, que lo liga al ocio y al desarrollo sostenible.

Recientes ejemplos de esta nueva actitud, impulsada desde la iniciativa privada, sindical o desde la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), son Aineto, Ibort, Artosilla, Isín, Panillo, Morillo de Tou o Ligüerre de Cinca, así como granjas, masías y estaciones de tren en el Matarraña, Javalambre o Maestrazgo. Pero ahora es la DGA la que se va a sumar a este impulso.

"Los pueblos deshabitados son parte fundamental de la historia reciente de Aragón. Un reto pendiente con nuestros padres y abuelos para recuperar nuestra memoria colectiva, que desde el Gobierno aragonés estamos dispuestos a abanderar". Así explica el consejero de Medio Ambiente, Alfredo Boné, el esfuerzo que el Gobierno aragonés va a realizar con el patrimonio inmobiliario en desuso que es de su propiedad, y para el que, por primera vez, ha destinado una partida de 1,2 millones de euros para el 2005.

Entre estas propiedades aparecen, además de Ainielle, Alavés (cuyo encanto puede observarse desde la nueva carretera a Monrepós); Larrosa y Acín (con dos iglesas románicas en ruinas); Sasé (más conocido por haber sido ocupado durante años); Artaso; Susín (con un único habitante); Basarán (cuya iglesia fue trasladada piedra a piedra hasta Formigal); Bescós de Garcipollera; Cenarbe (un desvío del camino de Santiago); Secorún (en el Serrablo, la zona de más pueblos abandonados de España), y así hasta 52 pueblos y 28 pardinas de la provincia de Huesca y 31 masías en la de Teruel.

Los usos

Para ello, el Departamento de Medio Ambiente, a través de su empresa pública Sodemasa, está realizando un inventario, que finalizará a finales de este año. Un estudio de este patrimonio, con planes sobre actuaciones prioritarias y datos de inversiones necesarias. En cuanto a los usos, van desde pequeños hoteles rurales a casas de turismo rural, granjas-escuela con fines pedagógicos, sedes de entidades sociales, talleres de artesanía, refugios o albergues deportivos, centros de estudios de entidades científicas o universidades, aulas de la naturaleza o pequeñas explotaciones ecológicas.

"Buscaremos fórmulas imaginativas, en colaboración con la iniciativa privada, para actuar en aquellos pueblos, pardinas o masías donde técnicamente sea viable, con proyectos respetuosos con el medio natural", añade Boné, quien esta semana presentó la iniciativa en las Cortes.

Pero, ¿por qué el Ejecutivo es dueño de estos inmuebles? ¿De dónde proceden?

Tras la posguerra, muchas familias que vivían en zonas de montaña decidieron abandonar sus hogares en busca de zonas más prósperas. Y Patrimonio Forestal del Estado compró numerosos núcleos y montes para llevar a cabo una repoblación forestal en los años 60. Tal y como recuerdan desde Medio Ambiente, "las compras que se realizaron en aquel momento comprendían todas las hectáreas de monte propiedad de los vecinos de un núcleo, así como todas las edificaciones que se encontrasen en ese monte: casas, bordas, masías, corrales o ermitas".

Cuando se creó el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona), éste se dedicó a administrar grandes extensiones de bosques pináceos, cuya función primera fue la de frenar la erosión. Estas hectáreas de monte albergaban, además, todas las edificaciones anteriormente necesarias para la vida de las personas que las poblaron con anterioridad.

Posteriormente, y junto a las transferencias de las competencias, el Gobierno aragonés recibió todo este patrimonio. Y desde entonces, poco a poco se ha ido degradando en el olvido. Porque, como bien dice el protagonista de La lluvia amarilla sobre Ainielle, "nadie, sino algún loco, puede haber resistido completamente solo tanta muerte, tanta desolación durante tantos años". De ahí su estado ruinoso. No sólo por el paso del tiempo, sino por los expolios a los que se han sometido.