El estafador Francisco Gómez Manzanares se especializó en seducir a mujeres para quedarse con todo lo que tenían en la etapa más reciente de su trayectoria delincuencial. Tras salir de la cárcel de Burgos, entre el 2015 y el 2017 --fue detenido por los Mossos el 11 de marzo de este año-- atacó exclusivamente a féminas a las que previamente hizo creer que estaba enamorado de ellas. Las siete denuncias que constan desde que salió de prisión, seis en Cataluña y una en Euskadi, han sido presentadas por mujeres. Antes, sin embargo, no le hacía ascos a los hombres. La mitad de las víctimas a las que timó en Eibar y en Zaragoza eran varones.

Tras embaucar a siete personas en Eibar, Gómez Manzanares tuvo que huir. Se refugió en Zaragoza. En casa de una farmacéutica con la que ya había comenzado en la ciudad vasca y a escondidas una --presunta-- relación sentimental. A la capital aragonesa llegó con los bolsillos cargados de dinero amasado gracias a bonos y pisos inexistentes que vendió a sus víctimas vascas. Para su nueva vida, buscó otra identidad. Como tenía dinero, y eso no podía esconderlo, se olvidó de su pasado de piloto de avión y de su trabajo en la fórmula 1. Ante su comunidad de vecinos optó por presentarse como el hijo de unos empresarios vascos que habían hecho fortuna en Brasil.

Uno de los hombres que sufrió sus timos es Javier (nombre falso), que contactó con este diario para explicar cómo fue el paso de este estafador por Zaragoza. Según cuenta, Gómez Manzanares tenía allí un garaje con coches de lujo que nunca utilizaba por miedo a que le pararan y le pidieran el DNI. En Eibar había acumulado varias denuncias y sabía que la Policía lo buscaba. Con su novia, «se iban cada dos por tres a hoteles de lujo y vivían a cuerpo de rey», recuerda. Pero tampoco reservaba la habitación con su nombre real y se registraban solo con el de ella. Javier recuerda también que Gómez Manzanares jugaba compulsivamente a las tragaperras.

Entre el 2006 y el 2008, Gómez Manzanares siguió haciendo en esta ciudad lo que mejor sabe hacer. A Javier, su vecino, le propuso un negocio inmobiliario. Le habló de una promoción que se estaba construyendo en el Port Olímpic de Barcelona. La inversión requería más de 60.000 euros. No solo engañó a Javier. A través de este convenció también a su mejor amigo --ya difunto--, que puso otros 60.000 euros para invertir en la camama.

«Montó un viaje a Barcelona para enseñarnos los pisos por dentro», recuerda ahora, casi 10 años más tarde. «Curiosamente» -ironiza Javier-, el hombre de la promoción «no pudo venir a última hora». Poco después, Javier entendería que, en realidad, no existía. Ese día, en cambio, Gómez Manzanares, visiblemente molesto por el cambio de planes, les dio todos los detalles de la compra que iban a hacer desde la calle.

El dinero que le dieron, unos 120.000 euros en total, se lo quedó Gómez Manzanares, que les fue dando largas cada vez que Javier y su amigo sacaban el tema. Al final resultó imposible ocultar que los había estafado. Javier avisó a la novia de Gómez Manzanares, la farmacéutica, de que iba a denunciarlo a la Policía. Antes de que pisara la comisaría para querellarse, la farmacéutica se avanzó y presentó una demanda contra su novio. Poco después, Gómez Manzanares fue arrestado por la Policía Nacional.