La coordinadora Biscarrués-Mallos de Riglos denuncia que tan solo 30 de los 220 kilómetros que tiene el río Gállego discurren con su caudal natural, siendo el resto un caudal modificado a la baja por el efecto de las 18 presas que cambian su curso y que llegan a dejar incluso varios tramos del río sin agua. Una interrupción que provoca daños irreversibles en el ecosistema de una cuenca, la del Gállego, que está a la espera de que se construyan dos nuevos embalses, el del sistema Biscarrués-Almudévar, para dotar de más agua a 25.000 nuevas hectáreas de regadío en Riegos del Alto Aragón. Las dos obras suman un presupuesto superior a los 220 millones de euros.

Los vecinos del entorno, en la zona de la Galliguera, que se extiende desde Ardisa hasta Riglos, Santolaria y Murillo de Gállego han intensificado la oposición a un proyecto que, aseguran, amenaza su actividad económica y que consideran que «ni siquiera tiene como propósito fundamental regar, sino turbinar y generar energía eléctrica que da más beneficios».

búsqueda de alternativas / Como asegura Lola Giménez, una de las portavoces más activas de la asociación, «no nos oponemos a que los agricultores rieguen, pero sí nos oponemos a actitudes caciquiles y a que estos rercursos beneficien a unos pocos». De hecho, considera que hay alternativas viables y más sostenibles para evitar el fuerte impacto de la presa, sobre la actividad humana y sobre el propio río, que baja desnaturalizado «prácticamente desde su nacimiento, donde ya encontramos una central eléctrica».

De los 220 kilómetros que tiene el río Gállego solo lleva todo su caudal natural en 30, desde la salida de las central hidroeléctirca de Biescas hasta el pantano de Sabiñanigo y desde la salida de la central hidroeléctrica de Carcavilla, aguas abajo del pantano de La Peña, hasta la presa del Gállego en Biscarrués-Ardisa donde sale el canal de Monegros y queda prácticamente seco conservando los caudales para la central del Salto del Lobo de Marracos y los últimos azudes del río, llegando prácticamente todo el año casi seco a la desembocadura donde su caudal esta formado por las aguas residuales de la papelera la Montañanesa. Por esta causa y por los pantanos, el río queda empantanado o prácticamente seco o con aguas estancadas que se han ido llenando de vegetación en un 80 %.

Esta es la descripción que hace la asociación, que llega a denunciar la existencia de un azud en el embalse de Ardisa que es imposible superar por la cota de la presa salvo que el agua circule con un caudal superior a los 90 metros cúbicos por segundo. Algo que sucede en contadas ocasiones. De este modo, la altura de la presa se convierte en una barrera imposible de sortear para la fauna. De este punto sale precisamente la toma de la que sale el canal de Monegros, que abastecerá, con 90 metros cúbicos por segundo, el llenado del embalse de Biscarrués. Unos pocos kilómetros más abajo, en la central hidroeléctrica de Valdespartera, propiedad de Riegos del Alto Aragón, se devuelven 10 metros cúbicos al río, dejando un brazo del mismo apenas sin caudal.

La coordinadora considera que si se derivaran 10 o 20 metros cúbicos más al canal de Monegros, sería suficiente para abastecer al regadío de la Hoya de Huesca y de Monegros que necesita esa demanda. Una demanda que, por cierto, aseguran desconocer cuál es con exactitud. Por este motivo, denuncian continuamente la falta de transparencia en la construcción del embalse, cuya polémica cumple ya 30 años y numerosos planes y proyectos abortados.

Sin embargo, ahora el proyecto parece irreversible, aunque los vecinos de la Galliguera quieren pensar que no. Están adjudicadas las obras en el embalse de Almudévar, de 170 hectómetros cúbicos, y el de Biscarrués, que finalmente se quedará en 35, está en fase de alegaciones.

El embalse de Biscarrués dejaría sin actividad agrícola a varios municipios, aseguran desde la coordinadora, que también alertan de que quedarían anegadas varias granjas a las que se les concedió autorización recientemente y que están recientemente estrenadas.

Aunque finalmente no se inundaría el pueblo de Erés, quedaría prácticamente en una isla. Asimismo, aseguran que además de las afecciones medioambientales, también pondría en peligro el patrimonio histórico de una zona fecunda en acontecimientos, y en la que hay, entre otros vestigios, diversos enterramientos de la época romana.

Por todos estos motivos, la oposición en la zona es absoluta.