El teléfono móvil no es sólo un gran avance en la tecnología de la comunicación, también tiene sus pegas. Se ha convertido también en un elemento de control del propio usuario. Así le ha ocurrido a Joselito Peña, alias Chelo el grande , joven dominicano sospechoso de cometer un homicidio en la zaragozana calle de Lastanosa el pasado 17 de mayo. El uso de su teléfono móvil ha facilitado por dos veces su detención este año tras huir de España.

En este caso, el control ha sido positivo y Chelo el grande ya se encuentra en una celda de la prisión de Zuera a la espera de ser juzgado.

Peña mató al también dominicano Dionisio Fabián Cepeda, alias Stalin , durante una pelea a navaja mútuamente buscada por ambos en la madrugada de ese día, al clavarle su arma en la base del cuello y afectarle a la arteria subclavia derecha.

Ambos contendientes tenían una vieja cuenta pendiente que ya les había llevado a enfrentarse otras veces a cuchillo, refriegas en las que sufrieron diversas heridas y que nunca denunciaron a la Policía por entender que era una "cuestión personal".

El día del crimen, Stalin y sus amigos abandonaron la zona de bares por la que solían moverse, en el sector de Doctor Cerrada, y se dirigieron a la que frecuentaba Chelo en el barrio de Delicias. Este ya esperaba que algún día se produciría esta circunstancia y ambos iban siempre provistos de navajas a la espera del encuentro. Murió Stalin y Chelo huyó de España antes de ser detenido.

Sin embargo, los investigadores de Homicidios encontraron en casa del sospechoso una agenda con direcciones de personas en diversos países europeos y conocían el teléfono móvil que utilizaba y que fue intervenido. Además, pronto averiguaron que Peña había abandonado España por Barcelona, en un avión que le llevo a la ciudad alemana de Stuttgart.

La primera detención fue rápida. Chelo llamó a un amigo de Zaragoza desde la pequeña localidad germana de Leopoldshohe, donde, según la agenda intervenida, vivía una joven con la que el prófugo había mantenido relaciones sentimentales. Fue arrestado por la Policía alemana.

Entonces se produjo uno de esos fallos absurdos que a veces afectan a la investigación criminal. La magistrada del Juzgado de Instrucción número 7 de Zaragoza cursó al día siguiente de la detención una orden de extradición. Sin embargo, la llegada de ésta se demoró por causas que nadie ha explicado y, cuando llegó a Alemania, Chelo había sido puesto en libertad al cumplirse el plazo de detención sin que nadie le reclamara.

Afortunadamente, al ser liberado, la Policía le devolvió sus efectos personales, que incluían el teléfono móvil. Aunque cabía esperar que no volviera a usarlo tras la primera experiencia, no se retiró la orden de intervención el mismo.

Pasados tres meses, Chelo bajó la guardia y volvió a utilizar el aparato para llamar a principios de octubre a Zaragoza. Lo hizo desde una ciudad de Holanda, donde se había refugiado, y el aparato policial volvió a funcionar con celeridad. El sospechoso fue arrestado.

En esta ocasión no se repitió el error. La euroorden para la detención y traslado a España del sospechoso seguía en vigor y pocos días después llegaba éste a la cárcel de Zuera, evitando que el crimen de Lastanosa quedara impune.

Ayer por la mañana fueron citado a declarar los primeros testigos en el juzgado de instrucción. La investigación puede, no obstante, encontrarse con serios problemas. Todos los amigos que acompañaban a Chelo el grande el día de los hechos están en paradero desconocido o fuera de España. Temen represalias de los allegados a la víctima, Stalin , que tampoco parecen muy proclives a colaborar en la indagación judicial.