VICTIMAS DEL 25. Socorro: llevo más de media ahora esperando al autobús de la línea 25, que, una vez más, no pasa cuando toca. Como otras muchas personas, soy un usuario habitual de este bus y sufro muy frecuentemente sus retrasos. La cosa viene de lejos y afecta a decenas de ciudadanos, descontentos con el funcionamiento de esta línea que une La Cartuja con Miralbueno. Como se ve que los responsables últimos del servicio no hacen nada por remediar la situación, propongo crear una asociación entre los sufridos miembros del bus. Como nombre, podría ser por ejemplo ´Víctimas del 25´, que ya de por sí dice mucho del tema a desarrollar. Podríamos hacer presión, sobre todo entre los que defienden que hay que ser buenos ciudadanos y no sacar el coche porque la ciudad se colapsa. Entre nosotros, entre las víctimas asociadas, deberíamos intercambiar experiencias sobre el tiempo perdido en la marquesina, formar algún sistema de ayuda mutua cuando no nos dejan llegar a tiempo de ir a buscar a los hijos al colegio o de fichar puntualmente en el trabajo. También podríamos planificar algún tipo de actividades alternativas mientras esperamos al bus que no llega. Quien dice un plan de préstamo de libros, dice un servicio de auriculares con música clásica (que amansa a las fieras de la parada), de telepizza o de clases de inglés por la vía rápida, que es precisamente la vía que está vetada a este autobús que debería unir eficazmente --y no ocurre así-- dos extremos de la periferia urbana de la capital aragonesa. ALBERTO ARCOS. ZARAGOZA

AMENA, COMUNICANDO. Hace unos días llamé al teléfono de atención al cliente de Amena. Pero tuve que esperar cerca de treinta minutos hasta que me cogieron el teléfono. ¿Qué hubiera pasado en el caso de que me hubieran robado la tarjeta y la quisiera anular? Eso no es un servicio de atención al cliente. Es una vergüenza. La compañía debería contratar a más operadoras para ofrecer una verdadera atención a los clientes. Bien se vale que en la ocasión de la que hablo sólo llamé para realizar una consulta sin ninguna importancia. CARLOS JOSE SANZ. ZARAGOZA