LAVANDO PERROS EN LA PLAZA DEL PILAR. Hace una semana, estaba paseando a la una de la madrugada de camino a casa, en el barrio del Arrabal, cuando al pasar por la plaza del Pilar contemplé una escena que provocó mi más fuerte indignación. Con total impunidad y sin cortarse un pelo, un señor estaba lavando a sus cuatro perros en las fuentes de la plaza. Cuatro perros enormes y con gran cantidad de pelo. Pero en lugar de hacerlo a plena luz del día, el hombre recurrió a una práctica cobarde: hacerlo de noche. No entiendo cómo no hay más vigilancia en una zona tan emblemática e importante para la ciudad como es la plaza del Pilar. Que una persona pueda ir allí y lavar tranquilamente a sus perros, en un gesto que supone una auténtica falta de higiene y civismo, resulta cuanto menos lamentable. Y aprovecho la ocasión para hacer un llamamiento a las autoridades, porque si alguien puede comportarse así, puede hacer también muchas otras cosas deleznables. Zaragoza no se merece ciudadanos de este tipo. JAVIER F. G. ZARAGOZA

FETIDO OLOR EN EL CANAL. Tengo la desgracia de vivir a escasos cincuenta metros del canal Imperial, frente al acuartelamiento de San Fernando, y próximo al lugar donde tienen sus casetas y comederos los patos. Desearía poner en conocimiento del Ayuntamiento de Zaragoza el terrible olor que llega a las casas desde el lugar de descanso de los animales, debido a la enorme suciedad que hay en la zona y la escasa limpieza de los comederos y los patos. Según la procedencia del viento, hay días, sobre todo en verano, en los que al abrir las ventanas de la casa por la noche apenas se puede soportar esa sensación. Pero uno no tiene más remedio que elegir entre eso o morirse de calor --Zaragoza no es precisamente una ciudad fría durante los meses de julio y agosto--. Y me llama más la atención este hecho porque en otras ciudades con estanques y animales como Pamplona, las limpiezas son constantes para evitar, precisamente, que algo bonito y agradable como son los patos se conviertan en una pesadilla para los vecinos de un barrio. G. M. ZARAGOZA