La temperatura media ha aumentado 1,6 grados en la ciudad de Zaragoza en los últimos 30 años, mientras que en el Pirineo este incremento ha alcanzado los 1,2 grados durante el último medio siglo y 1,4 grados en el área oriental de la comunidad. Estos datos ponen de relieve que el calentamiento global es una realidad en el territorio de la comunidad y así se mostró en la Ponencia de Cambio Climático y Agua de la Comisión del Agua de Aragón celebrada ayer.

El trabajo derivado de este organismo constató, además, que el incremento en el área pirenáica es 0,85 grados más alto que la media mundial, mientras que el aumento en la zona mediterránea aragonesa, correspondiente a valles como el del Cinca o el Matarraña, es 0,4 grados mayor a los valores medios globales.

«En la comisión hemos constatado que el cambio climático, o mejor dicho, el calentamiento global, está aquí. Lo tenemos con nosotros, conviviendo ya», afirmó el exdirector de la Agencia de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Zaragoza y presidente de la ponencia, Javier Celma. El mismo apostó por una nueva forma de gobierno que se adapte a las realidades que están por venir.

INDICADORES

Al respecto, consideró necesario desarrollar un sistema de indicadores que permitan constatar anualmente los cambios, a partir de ahí, se puedan tomar las decisiones políticas ajustadas a las nuevas realidades que los datos confirman en ámbitos como la agricultura, el turismo, la economía, la salud o el urbanismo. «Como no sabemos lo que va a ocurrir dentro de 4 o 5 años, estamos hablando de establecer una política adaptativa en función de lo que los indicadores arrojen. Las planificaciones a 15 o 20 años, actualmente, están agotadas. Hay que hacerlas a más corto plazo y a partir de sistemas de medición objetiva», aseveró el experto.

Interrogado por los datos del Observatorio de la Sostenibilidad, que indican que Teruel incrementó su temperatura 1,74 grados en los últimos 30 años, lo que sitúa a la capital entre las cinco españolas con un mayor aumento, Celma describió este fenómeno como «extraño», puesto que no se trata de una gran ciudad en la que pueda desarrollarse el efecto de isla de calor, en el que «el asfalto que recoge la temperatura y luego lo proyecta por la noche», de manera que provoca las llamadas noches tropicales, en las que se registran más de 20 grados.

Según recoge Efe, en materia de agua el estudio concluye que en los últimos años se ha detectado la disminución de recursos hídricos y caudales en muchos ríos de la cuenca del Ebro. Este descenso no se debe tanto a la reducción de las precipitaciones, sino al incremento de las temperaturas. Las previsiones de diferentes estudios sobre la cuenca del Ebro plantean una reducción de las aportaciones naturales en forma de lluvia y nieve, entre el 0 y el 15% para el año 2050, así como un incremento de la evapotranspiración de las aguas y los cultivos.

La mitad de los glaciares del Pirineo ha desaparecido desde 1984, quedando sólo 19 en la actualidad y pudiendo desaparecer antes del 2070. De ellos, 7 se encuentran en el Pirineo aragonés y pueden desaparecer antes de 2050. Ante este escenario, la ponencia recomienda reforzar la estrategia de cambio climático con actuaciones transversales que hagan especial hincapié en su afección al medio hídrico, la apuesta por las energías renovables o el impulso de una economía sostenible basada en una mejor gestión de los recursos.

Precisamente, y como medida concreta, el grupo de trabajo propuso la creación de un observatorio de seguimiento y evaluación de los efectos del cambio climático en la región y que se disponga de indicadores que permitan evaluar anualmente los efectos de este fenómeno en el territorio.

«El cambio climático no es solamente una cuestión ambiental, sino social, económica y de salud» concluyó el presidente de esta ponencia desarrollada durante 2 años.