Los polémicos bienes de las parroquias de la Franja han acaparado titulares durante los últimos nueve años en la comunidad aragonesa. Pero, ¿qué importancia tienen estas obras sacras? Según los expertos, mucha. Alguna de las piezas que ahora se encuentran en Lérida y que el Vaticano ha dictaminado que deben regresar a la provincia de Huesca son una muestra única del arte religioso aragonés que incluye incluso obras pertenecientes al siglo XIII.

Es el caso de los frontales de Treserra y de Berbegal, ambos anónimos y del mismo siglo. El protagonista del de Treserra --que procede de la iglesia del mismo nombre en la localidad de Arén-- es san Vicente Mártir, del que se representan cuatro escenas de su vida: hablando con Daciano, en contacto con el pueblo, su martirio en una parrilla y en el lecho de muerte. Los expertos lo catalogan como románico en fase muy avanzada, aunque todavía no es calificado como protogótico.

El frontal de Berbegal --de la iglesia de Santa María la Blanca del Pirineo oscense-- tiene unas dimensiones excepcionales (99x251 centímetros) y al igual que sucede con el de Treserra es anónimo. Su iconografía es corriente (el Señor, bendiciendo, rodeado de los doce apóstoles), pero los amantes del arte destacan su alta calidad y su refinamiento.

Del siglo XV destaca san Juan Bautista, un temple con retoques al óleo sobre tabla que procede de la iglesia San Juan Bautista de Zaidín pero que como las anteriores se encuentra en Lérida. Esta hermosa pintura es obra de Martín Bernat, un pintor zaragozano que vivió entre los años 1454 y 1503. Formaba parte de un retablo desmantelado y se encuadra dentro de la tendencia final del gótico aragonés.

El arte de Sijena

Otra de las joyas aragonesas que se encuentra en Lérida es un óleo que representa a san Pedro y que se atribuye al maestro de Santa María de Sijena, desde cuyo Real Monasterio se trasladó a Cataluña. La tabla, como la anterior, debió formar parte de un retablo mayor. Por la composición, se piensa que debía estar a la izquierda, mirando hacia el centro.

La obra, del siglo XVI, debió ser costeada por la priora María Ximénez, miembro de la familia del conde de Aranda, según constató en 1623 el prior Moreno. El retablo se desmontó en el siglo XVIII para colocar uno nuevo y las piezas de éste se desperdigaron.

Una de las peculiaridades que posee el cuadro es que el pintor ensayó una postura que entrañaba cierta complejidad, en escorzo y aumentando la sensación de volumen por su tratamiento de las telas del vestido y del manto. También se destaca de este San Pedro su naturalismo, con influencia de la pintura flamenca.