Las pruebas de alcoholemia practicadas a 23 cadáveres de las víctimas del accidente del Yak-42, en el que fallecieron 62 militares españoles, 12 ciudadanos ucranianos y 1 bielorruso, no cumplían los requisitos internacionales establecidos para garantizar la calidad de las mismas, por lo que no se podrá constatar con total fiabilidad si uno de los pilotos viajaba ebrio, salvo con un contraanálisis.

Esa es la conclusión de un informe elaborado por el Cuerpo Militar de Sanidad a petición del jefe del equipo médico español desplazado a Turquía, general de división Vicente C. Navarro, quien, sin embargo, no solicitó la repetición de las pruebas a pesar de estas contundentes afirmaciones. Incluso el exsecretario general de Política de Defensa, Javier Jiménez-Ugarte, indicó el pasado mes de enero en una entrevista concedida a este diario que el Ministerio de Defensa no había reclamado otros test.

El informe, al que tuvo acceso EL PERIODICO DE ARAGON, se elaboró a raíz de las sospechas despertadas por dos de los cadáveres, los números 26 y 36, que podrían pertenecer al piloto y al copiloto. Uno de ellos dio una tasa de 0,3 dg/dl en sangre. Sin embargo, el estado de carbonización del número 26 impidió tomar la necesaria muestra de sangre o humor vítreo que establece la legislación española. En el caso del número 36, se extrajeron 5 mililitros de sangre.

Para redactar el texto, se recabaron opiniones de expertos del Instituto Nacional de Toxicología de Barcelona y del Instituto Anatómico Forense de Madrid. En el documento se detalla que las pruebas corrieron a cargo de especialistas ucranianos y turcos. Los datos, a los que Navarro hizo caso omiso, son reveladores.

Respecto a la metodología empleada por los expertos ucranianos, el informe indica que el sistema utilizado "es muy antiguo, poco o nada reproducible y presenta numerosas interferencias". "No se especifican las condiciones de conservación de la muestra desde su recogida hasta su envío al laboratorio, el tiempo transcurrido desde la toma de la muestra ni el estado del cadáver".

Aunque los equipos empleados sí eran los adecuados, en cambio los métodos carecían de lo necesario "para cuantificar el alcohol". "El modo empleado exige muchas manipulaciones de la muestra, lo que puede generar pérdidas de las sustancias volátiles".

Igualmente, las críticas afectan al trabajo del Instituto Toxicológico de Estambul, que empleó un método conocido como espectrofotometría visible: "No se indica el tipo de envase en el que se recoge la muestra, el tiempo que transcurre hasta su entrega al laboratorio ni las condiciones de almacenamiento de ésta".

Al explicar las carencias se cita un fragmento de un manual del doctor Luis Segura, quien destaca los inconvenientes de esa clase de extracción, que provoca "pérdidas notorias que invalidan los resultados". "Estas técnicas están en desuso", afirma.

Los informes dejan en el aire la posibilidad de demostrar la embriaguez de uno de los pilotos, al no llevarse a cabo una segunda prueba.

"La falta de datos sería suficiente para que cualquier tribunal invalidara todos los datos relativos a los análisis por falta de garantía y condiciones. Los análisis efectuados por el laboratorio de Ucrania y por el laboratorio de Turquía no cumplen las recomendaciones internacionales que deben garantizar la calidad de las mismas", subraya el informe. A pesar de estas advertencias, Defensa rehusó que se practicaran nuevas pruebas de alcoholemia.