La semana pasada se vivió en Zaragoza -y también en otros puntos del país-- un periodo en el que algunos niveles de contaminantes subieron por encima de lo habitual. La intrusión, desde el sur, de masas de aire procedentes del norte de África y una inusual estabilidad atmosférica --con ausencia de viento y temperaturas más altas de lo normal-- fueron los causantes de esta situación. Durante este episodio, la ciudadanía pudo consultar casi en tiempo real y con precisión estos datos, gracias al trabajo de la Agencia del Medio Ambiente y Sostenibilidad municipal.

Este organismo es el que se encarga de realizar todas las mediciones relativas a la calidad del aire e interpretar esas muestras recogidas por las siete estaciones que hay instaladas en distintos puntos del mapa.

Nieves López, responsable de la Red de Control Ambiental, explica a EL PERIÓDICO cómo funciona este sistema para medir la calidad del aire de la capital aragonesa. Detalla que las estaciones miden los niveles de dióxido de azufre, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno (NO y NO2), materia particulada (PM10 y PM2,5) y sulfuro de hidrógeno. De los nombrados, destaca como más peligrosos el NO2 y la materia particulada.

Un episodio excepcional

Precisamente, la del tipo PM10 fue la que transportaban estas masas de aire africanas, provenientes del desierto, en el episodio reciente, «totalmente extraordinario» en Zaragoza para la experta. Las materias particuladas, los óxidos de nitrógeno y el ozono (este, en verano), son los que encuentran lecturas más altas en la ciudad a lo largo del año, aunque no por ello son alarmantes.

Las estaciones, unos habitáculos con instrumental de medición y de procesamiento de datos, toman las muestras a tres metros de altura. Los equipos, explica el técnico de mantenimiento en redes Mariano Aladrén, tienen la capacidad de discriminar los contaminantes a una escala de microgramos, es decir, pesan las moléculas con esta tremenda precisión. Se trata de instrumental muy concreto que necesita una alta especialización para su manejo y mantenimiento.

Una de las estaciones, la que se encuentra en el centro de Zaragoza, sirve además de aula didáctica, un hecho nada común. El habitáculo que la alberga está especialmente diseñado para que los visitantes puedan ver al detalle su funcionamiento.

En las estaciones se realizan constantes mediciones que almacena un ordenador. A partir de ellos, se calcula un valor promedio cada cuarto de hora que se envía al centro de control, donde se analizan. La responsable de la red lo cataloga como un «zoom» de lo que sucede en la ciudad.

Este sistema contrasta con el que se usaba antes de que se instalar la actual red, en los años 90. Hasta entonces, y desde la década de los 70, recuerda la responsable de la red que debían tomarse muestras manuales de dióxido de azufre y polvo todos los días, que se analizaban en un laboratorio. Se usaba, pues, un valor medio para cada día, frente a la constante actualización de la red automática actual que cualquiera puede consultar en internet.

Gracias a este ritmo se aprecia el movimiento de los contaminantes en Zaragoza. «Hay unos valores bajos por la noche y unos valores que suben a primera hora de la mañana o a mitad de tarde», relata la experta.

Las combustiones de vehículos, la industria o las calefacciones son generadoras de las partículas de dióxido de nitrógeno, mientras que la materia particulada se debe al polvo que arrastran las masas de aire. Estas partículas, cuanto más finas son, con mayor facilidad entran en el organismo, por lo que las PM2,5 resultan más peligrosas que las PM10. También matiza que no toda la contaminación de la ciudad se genera en ella, sino que puede llegar de otras zonas.

Afirma López que Zaragoza tiene unos niveles de inmisión -esto es, la presencia de contaminantes en el aire-- muy aceptables. Precisamente, en relación a los niveles de hace diez años, cuando se llegó a afirmar que era el núcleo urbano con la peor calidad del aire de España, detalla que entonces se vivió una época muy concreta «con muchas obras y movimiento en la ciudad» por la celebración de la Expo 2008. Recalca además que en esta década se han tomado medidas como la construcción de viviendas bioclimáticas, la regularización del tráfico, la implantación del carril bici o la introducción del tranvía, decisiones que «han modificado los niveles de calidad del aire».

Otro de los rasgos de Zaragoza es el cierzo, un factor «que favorece la dispersión de contaminantes». Es el viento dominante de la ciudad y, por su dirección, arrastra las emisiones de la industria que más riesgos puede generar, que se encuentra al este de la capital aragonesa.

«Podemos estar contentos del aire que tenemos, otra cosa es que podamos trabajar en mejorarlo. Podemos respirar tranquilos», concluye.