El año 2020 ha visto cómo el calendario de fiestas patronales se ha ido vaciando poco a poco de celebraciones, en los pueblos y ciudades sin excepción. Ahora solo queda la incertidumbre de las fiestas del Pilar que, a tres meses para que lleguen, todavía es una incógnita qué ocurrirá con ellas. Aunque para algunos de los negocios de Zaragoza que dependen de ella y de todos los festejos que conllevan lucir trajes tradicionales, los clientes parecen haber dictado sentencia. La incertidumbre en la que viven ahora va más allá de si se celebrarán o no, es su propia supervivencia por la que toca luchar en un año que empezó con muy buenas expectativas y que va a acabar con un único objetivo: resistir hasta el 2021.

Las tiendas de trajes tradicionales zaragozanas hacen frente a estos meses de atípica tranquilidad con esa inquietud sobre sus negocios. Sus establecimientos se suman a la larga lista de los afectados por esa indefinición y este año se enfrentan a una crisis durante la temporada en la que acostumbraban a estar rebosantes de trabajo. Lo que antes eran horas y horas para terminar pedidos a tiempo ahora parecen haber dado paso a la necesidad de vender telas e incluso reinventarse con la opción de las mascarillas como una vía para obtener ingresos.

Ya no hay necesidad

Miguel Ángel Lahoz trabaja en la tienda de trajes regionales Bacanal, y asegura que es «flojito» el flujo de ingresos en los últimos meses. Porque, explica, la escalada de cancelaciones de las fiestas patronales en los pueblos de este año, para su negocio ha supuesto un varapalo, ya que, asegura, estas celebraciones suponían «un 50% de las ventas de todo el año y ha desaparecido». La mayoría de los ingresos proceden de encargos previos al estado de alarma, aunque asegura que «no había muchos, porque el mes de enero no suele ser muy fuerte». Ya no prevé un desenlace beneficioso para el actual ejercicio porque la gente «ya no tiene confianza ni necesidad de un traje regional».

De la tienda San Jorge, Natalia Arbués explica que han estado cerrados durante el periodo en el que más encargos suelen recibir, pero añade que hay clientes que mantienen sus pedidos porque «es un traje que vas a llevar durante muchos años». Aun así, recalca que «no va a ser una temporada normal». Para las trabajadoras de Indumenta estaba siendo «un buen año» hasta que llegó la cuarentena, ya que «había bastantes encargos», asegura Belén Navarro. Ahora, han tenido que presentar un ERTE ante la caída de la demanda.

Cada comercio afronta estas pérdidas de manera diferente. En Bacanal van a «tirar de ahorros» ante el confuso futuro de las fiestas del Pilar, igual que en la tienda Indumenta, cuya intención es «aguantar un año hasta que vuelva la normalidad». En el negocio familiar San Jorge «se hará como en todas las familias, trabajar más y cobrar menos», explica Arbués, asegurando que en este tipo de negocios «las bofetadas se soportan un poco mejor».

Una de las alternativas que han adoptado estos comercios durante la pandemia y la nueva normalidad es la digitalización. «En la página online vendemos telas, un producto que se puede usar en casa», indica Navarro. San Jorge también tiene venta online y afirma que «ha ayudado un poco». Sin embargo, Lahoz no vuelca toda su confianza en la web y prefiere «esperar a que se normalice todo».