Las personas mayores tienen necesidades especiales. También a la hora de ir de compras. Por eso, algunos comerciantes han decidido aprovecharse de estas circunstancias para adaptar sus establecimientos a su forma de ser, de mirar y de comprar. Es lo que pasa en almacenes Paymar, uno de esos locales de toda la vida que a pesar de vender tecnología mantienen la esencia de la tradición, por así decirlo. O en la frutería de Antonio Gracia, atentos siempre a sus clientes. Y qué decir de la tienda de música Zingla en el barrio del Actur, encantados con sus clientes más mayores. Todos ellos van a recibir mañana un premio del Ayuntamiento de Zaragoza por su contribución a la iniciativa, la Red de comercios amigables con las personas mayores de la que ya forman parte 722 establecimientos. El objetivo es que poco a poco todos ofrezcan una atención especial con los que peinan canas.

En el barrio del Actur hay una tienda de música de referencia: Zingla. En su interior los teclados suenan casi sin cesar. Ofrecen asesoramiento a asociaciones, colectivos y personas de la tercera edad. Saben que lo que buscan es la calidad en los productos, pero también que no les den problemas. Que sean fáciles de usar para poder retomar una afición que dejaron olvidada durante su etapa laboral o en la que quieren empezar aprovechando la jubilación. Llegan miembros de rondallas o de asociaciones, a las que también prestan asesoramiento completo cuando compran equipos de sonido. A veces sucede que los responsables de las entidades se ven agobiados ante los nuevos micrófonos inalámbricos o las mesas de mezclas modernas. El responsable y coordinador de este proyecto, Diego Simón, bromea sobre las satisfacciones que obtiene cuando pasa una mañana con ellos, explicándoles pacientemente las utilidades de sus productos. «Toman nota en las libretas como si fueran colegiales», dice. Los últimos, unas semanas antes del cierre por el covid, fueron los miembros de la asociación de jubilados del Arrabal. En un año en el que las tiendas de música se han visto golpeadas doblemente (por no haber sido consideradas comercios esenciales y por no poder servir como apoyo a los espectáculos en vivo, tan limitados) agradecen poder terminar el ejercicio con un reconocimiento de este tipo.

Sonido e iluminación

En realidad tampoco son necesarios tantos cambios para adaptar una tienda a la realidad de yayos y yayas. Los comercios interesados reciben un asesoramiento por parte del Ayuntamiento para poder mejorar algunos detalles que apenas tienen coste pero que pueden resultar de gran valor para las personas mayores, como la eliminación de barreras, la seguridad o la facilidad en el acceso. Y se valora también muy favorablemente el servicio a domicilio, especialmente en estos tiempos de crisis sanitaria. La concejala delegada de Mayores del Ayuntamiento de Zaragoza, Paloma Espinosa, asegura que el objetivo de los premios que reciben estos tres comercios es reconocer «el compromiso, la solidaridad y el cariño» que muchos comercios tienen con las personas mayores y extender su ejemplo «para seguir construyendo, entre todos, una ciudad más amigable, más cómoda y accesible para la tercera edad, que contribuya a apoyar su autonomía y prevenir el aislamiento».

La frutería de Antonio Gracia recibe el adjetivo de selecta. Algo hay de eso: tanto en su selección de productos, según dice su propietario, como en el trato familiar que dispensan a sus clientes. Presumen de ser de barrio. De las Delicias concretamente. Y saben que con unos pocos trucos (rótulos bien visibles, iluminación adecuada) pueden hacer más agradable la experiencia de la compra a sus mayores. Además, apuestan por la entrega a domicilio de forma que evitan el transporte de las pesadas bolsas con naranjas o zanahorias.

En Paymar llevan «toda la vida» dando servicios, destacan. Y desde que conocieron la posibilidad de unirse a esta suerte de tiendas yayofriendly han impulsado estos aspectos. Y eso que saben que para tratar con las personas mayores lo que hace falta es armarse de paciencia. Valoran sobre todo que se explique bien lo que compran, los usos que les podrán dar.

Otra clave son las promociones exclusivas o, por básico que parezca, ofrecerles un lugar en el que se puedan sentar y descansar. No piden mucho más. Con estos ingredientes se genera tejido de barrio y se garantiza el futuro, por paradójico que parezca. «Se generan relaciones de amistad entre los vendedores y los vecinos, no se puede olivar que varias generaciones han pasado por aquí», indica la responsable de Paymar, Eva Cerdán.