Vuelve a ser jefe Andrés Cuartero, vuelve a la hostelería Luis Acín (único diputado popular que tuvo la decencia de dimitir por discrepancias con el entusiasmo guerrero de Aznar) y tenemos a Luis Aragonés de seleccionador nacional de fútbol. O sea, cada cual en su sitio, y a ver qué pasa.

Existe una tendencia natural de las cosas a colocarse en el lugar que les corresponde. Es como una inercia que nos salva del caos absoluto. Al final descubres que el Aragón político es lo que es y que en el Aragón fáctico y social hay lo que hay; lo cual que te tranquilizas y asumes la realidad. Pues vale.

¿Y dónde parará La Romareda? Bueno, a la espera estamos de lo que haya en el pleno que hoy celebra el Ayuntamiento de Zaragoza. Se ha oído en días anteriores al ex-alcalde José Atarés asegurar, muy compuesto él, que la última decisión de dejar el campo de fútbol en su sitio es apresurada y carente de buenas razones. Por eso nuestro querido Pepe exige que se elaboren previamente informes técnicos y pronunciamientos societarios (¡empezando por el del Real Zaragoza!) respecto a qué cabe hacer con el estadio y dónde estará mejor. No me dirán que no es un planteamiento puesto en razón. Lo malo es que don José no lo llevara a efecto cuando mandaba y de la noche a la mañana anunció que iba a llevarse La Romareda a Valdespartera para que en su actual emplazamiento se levantase un fenomenal rascacielos. No se anduvo entonces con tantos miramientos ni exigencias. Y bien podía habérsele ocurrido antes de abrir el melón, porque de aquella ocurrencia urbano-futbolera suya (y de sus camaradas) nos viene la actual polémica.

Servidor prefiere que La Romareda siga donde está, aunque no me importaría saber cómo ven el tema en el Zaragoza Sociedad Anónima. También querría que la entrevista de hoy entre Iglesias y Zapatero sea fructífera y esclarecedora. Que con este calor, oigan, no está uno para hacer rabias ni meterse en berenjenales.