Los 90 metros de muro exterior del colegio público Luis Vives, en Torrero, eran ayer el sueño de todo pintor callejero. Metros y más metros cuadrados de pared, resplandecientes de tan blancos, listos para llenarse de firmas, de murales, de dibujos en tres dimensiones

Hace pocos días, la dirección del centro de enseñanza, la Junta de Distrito y el Centro Cívico de Torrero ordenaron encalar a toda prisa este espacio, habitualmente pintarrajeado y desconchado, para que veinte grafiteros venidos de todos los barrios de Zaragoza pudieran disparar a voluntad con sus sprays.

"Hemos organizado esta concentración de grafiteros para demostrar que el grafito es una forma de expresión artística que sirve para integrar a los jóvenes en la sociedad", explicó Miguel Angel Vicente, director del Luis Vives.

De hecho, entre los participantes, que previamente habían superado un proceso de selección, había grafiteros de todas las clases: estudiantes de Bellas Artes, jóvenes que empezaron estampando sus firmas a escondidas en las fachadas y chavales como Ismael Díaz, de 14 años, que se inician en la decoración de "muros legales", como los enganchados al aerosol llaman a las paredes que les cede el ayuntamiento.

"El motivo de los grafitis debe girar en torno al medio ambiente y la diversidad racial", explicó Diana, una educadora de calle de Torrero que comentó que entre los grafiteros había muchachos con problemas de integración social. Pero cada uno de los seleccionados hacía una pieza a su modo y manera.

El veterano Alvaro, de 26 años, por ejemplo, pintó con gran esmero su firma o tag , AMSE, en grandes caracteres duplicados llamados model pastel , con los que se intenta dar sensación de relieve.

"Llevo once años en esto y, además de firmas, también hago muñecas y realismos, o sea, caras de gente", afirmó Alvaro, una figura famosa entre los grafiteros zaragozanos porque siempre lo llaman para pintar muros legales y para tomar parte en concursos de otras ciudades.

Otros participantes realizaban motivos en wild style , "una técnica con la que se busca confundir al espectador, que no entienda el dibujo", según Alberto, un chico de 19 años del barrio de Delicias. Los menos expertos se inclinaban por hacer tags , como el bielorruso Nikita Babak, o pompas y platas , pinturas en color que tienen en común "que son sencillas y se realizan rápidamente", en palabras de Alberto.

"Pedimos muros para pintar", dijo Juan, un grafitero de 20 años que no quiere caer en el "vandalismo", como denominan en su argot a las pintadas nocturnas en un portal todavía inmaculado. "La gente, en su mayoría, no nos entiende, nos toma por gamberros, y la Policía nos multa".

En la calle de Jenaro Checa, donde se halla el colegio Luis Vives, los vecinos estaban ayer divididos. Algunos se extrañaban de que hubieran encalado el muro del patio "para volver a ensuciarlo". Otros, en cambio, se paraban a mirar la labor de aquellos grafiteros como salidos de la clandestinidad.