Santa Águeda es sin duda una santa muy popular, especialmente todos los 5 de febrero, cuando se celebra su festividad. De hecho, centenares de personas, mujeres en su inmensa mayoría, pues no en vano es su patrona, hicieron cola ayer ante la parroquia de Nuestra Señora del Portillo para besar las reliquias de la mártir, que se conservan en una urna de plata, y para rezarle en la capilla que tiene dedicada en la iglesia zaragozana.

La cola de feligresas (y algún que otro feligrés) llegaba desde la entrada principal del templo, en la plaza del Portillo, hasta el paseo de María Agustín. A mediodía se tardaba una media de 10 minutos en alcanzar la urna. A esa hora, el paso de devotas, casi todas mujeres mayores, era incesante. «Estamos aquí desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche, sin interrupción, porque la gente no para de entrar a rezar a la santa», indicó María Eugenia, una de las tres feligresas de la parroquia que se encargaban de la custodia de las reliquias.

El recipiente que las contiene es de forma redondeada, lo que hace pensar en los senos de la mártir. Pero María Eugenia no sabía decir qué había dentro exactamente, solo que la artística caja guarda «unos restos» de santa Águeda. Los fieles, uno tras otro, besaban ordenadamente la urna y muchos dejaban una limosna que daba derecho a una estampa de la joven siciliana que murió virgen antes que sucumbir a la persecución (acoso sexual se diría hoy) del procónsul Quintianus, allá por el siglo III.

Todos los que entraban al templo pasaban antes, necesariamente, ante la mesa petitoria que monta en la misma la puerta, desde hace más de dos décadas, la asociación Amac-Gema, que presta apoyo a las mujeres a las que se les ha diagnosticado cáncer genital o de mama. Allí, Aurora Marín, de 77 años y socia número 1 de la entidad, solicitaba ayuda económica a los que iban pasando.

«Me diagnosticaron cáncer de mama a los 37 años», explicaba Aurora, que se refería a aquel episodio de su vida como «algo que te cambia totalmente». Pero no hasta el punto de tirar la toalla. «La esperanza hay que conservarla siempre», subrayaba.

«Cuatro décadas después de que le comunicaran que tenía cáncer de mama, Aurora es el mejor ejemplo de que se trata de una enfermedad que se puede combatir», señaló Lourdes Andreu, otra integrante de Amac-Gema.

A las horas marcadas, se celebraba una misa en la que el oficiante trazaba la biografía de la santa y hablaba de sus curaciones y milagros.

Y, mientras tanto, en el exterior del templo, junto al monumento a Agustina de Aragón y otras heroínas y héroes de la guerra de la Independencia, muchos de los que iban saliendo de ver las reliquias se dirigían a cinco o seis puestos de venta de las otras reliquias.

Los bollos de nata, trufa y chocolate que representan los pechos de la mártir se podía comprar a partir de 1,50 euros y los había también por 2,50 y 6 euros, en función del tamaño y de los ingredientes. «Solo venimos aquí a vender en días señalados, como hoy», comentó uno de los vendedores. «Las reliquias de santa Águeda tienen mucho tirón».