Como decía ayer Pepe Royo, al personaje de la semana, don Francisco Alvarez Cascos, le han administrado una discreta dosis de sus propias medicinas (noticias contraproducentes y sugerentes acotaciones sobre la compra de cuadros que hizo su ministerio en la galería a cuya directora él se estaba ligando). Y le ha escocido, claro. Supongo que todavía le habrá dolido más leer cómo se le pitorreaban llamándole mecenas en el mismo diario donde hace sólo unos años le daban cancha todos los días con lo de los decodificadores digitales y otras batallas de las guerras político-mediáticas.

Pero yo preferiría descender un poco más sobre la labor del impresionante Cascos como ministro de Fomento (de Obras Públicas se decía antes) y las repercusiones en Aragón de dicha labor. El joven y premiado Jorge Alonso contaba el jueves en estas páginas que el enamoradizo ministro había desbloqueado infraestructuras muy importantes para nuestra comunidad. Yo añadiría algo más: don Francisco se tomó muy en serio su apuesta por el ferrocarril (al menos por la renovación de las grandes líneas) y su interés por Zaragoza capital.

Pero (preposición adversativa; ahora viene lo bueno) este señor no puede remediar ser como es. Por eso se rodeó de gente muy obediente aunque poco profesional, y sobre todo creyó siempre que las cosas se resolvían por el método de así es porque yo lo mando. El AVE Madrid-Zaragoza-Lérida se intentó acabar a toda prisa porque él se empeñó en ello y, como ya conté un día, no hubo nadie capaz de decirle que no, que no era posible. De esta forma, la ronda sur ferroviaria ha sido una caca, la velocidad alta a Huesca cubre 78 kilómetros ¡en cincuenta minutos!, los nuevos cinturones de ronda de la capital aún no están cerrados (y ya casi se han quedado pequeños) y en la N-232 sin desdoblar los accidentes mortales son una rutina. Desbloquear, tal vez desbloqueó el apasionado ministro; pero no remató ni una.