Las crisis son así. Acaban por igualar a todos en la medida de la desgracia. El equilibrio llega por abajo, suele estar a ras de tierra, sin distinción de abolengo o condición. No hay diferencias esta vez ni siquiera en la muerte, a la que le han quitado la pompa que a algunos tanto gusta, que otros no se permiten. Desde ayer, todos los muertos son iguales. Contagiados o no, recibirán el mismo trato, pasando por idénticos procedimientos, la misma soledad.

Lo cuenta el empleado de una funeraria zaragozana. “Este fin de semana ya nos dijeron que se van a tratar todos los fallecimientos como si fueran coronavirus”. Lo constata la Orden SND/272/2020, publicada este domingo 22 de marzo en el Boletín Oficial del Estado (BOE), por la que se establecen medidas excepcionales para expedir la licencia de enterramiento y el destino final de los cadáveres, ante la situación de crisis sanitaria ocasionada por el coronavirus.

El objetivo de esta medida es poder dar destino final a los cadáveres “con la mayor agilidad". Se considera necesario que en el momento actual “no se aplique la necesidad de que transcurran 24 horas desde el fallecimiento hasta la concesión de la licencia de enterramiento", señala el documento.

Esta medida excepcional y temporal se aplicará a todos los cadáveres, independientemente de la causa del fallecimiento, a excepción de los fallecimientos en los que hubiera indicios de muerte violenta, en cuyo caso se estará al criterio de la autoridad judicial correspondiente. Esta orden, además, se mantendrá durante toda la vigencia del estado de alarma, lo que incluye sus posibles prórrogas.

La nueva medida permite también que el enterramiento, incineración o donación a la ciencia del cadáver podrán realizarse sin tener que esperar a que se cumplan 24 horas desde el fallecimiento, siempre y cuando este hecho no sea contrario a la voluntad del difunto a la de sus herederos.

Hay que acelerar. Es la curva del covid-19, que anuncia más tragedia, que mete prisa. El crecimiento del trance no ha parado. De hecho, diversas fuentes aseguran que en el cementerio de Torrero ya se están utilizando algunas salas de velatorio, las más grandes, como cámaras. La razón no es difícil averiguarla: no queda ni un espacio en la cámara de congelación que actualmente se está usando para todos los cadáveres.

Hay más apremio aún del que ya traía el año, que venía dando bandazos antes de que en España se hablara en serio del coronavirus. “Tuvimos un incremento de fallecimientos bastante grande en febrero. Estadísticamente nunca había sido un mes con tanta mortalidad en nuestra funeraria. Trabajamos como se suele trabajar en diciembre o en enero, meses que suelen ser de mucho trabajo con la llegada del invierno. Pero desde entonces el ritmo no ha bajado”, explica el funerario, que no quiere insinuar nada, solo constata el ritmo que se vivía ya antes de que llegara el tiempo de velatorios cerrados “y muy pocos funerales”. Velatorios también quedan los justos, muy reducidos y breves.

Las conductas han cambiado, los trámites, la realidad. “Ya estábamos proponiendo que, en vez de funerales, se hicieran responsos de 10 minutos con los más allegados y la gente lo estaba asimilando bien. También es verdad que hay quien está cogiendo miedo a salir de casa y el pésame lo dan por teléfono”.

Pero hasta los responsorios se acaban con la nueva disposición del Ministerio de Sanidad. donde desaparecen distinciones entre infectados y otros. “Todos los afectados de coronavirus se están enterrando o incinerando en Torrero a las 7 de la mañana sin familia. Los enterradores tienen su protocolo y ya prácticamente no tocan nada. Lo hacen los funerarios, ellos solo se dedican a tapar. Las medidas de seguridad se están incrementando cada vez más”, dice este trabajador, que las relata: “Tienen que ir con con gafas, doble guante, bata, mascarilla… Directamente se mete al fallecido en un saco que hay que desinfectar y luego en otro de zinc. Estos son los que se usan para traslados. Antes era un vaso de zinc y ahora no, pero se le sigue llamando así porque hace la misma función. Parece de tela de saco antiguo, pero es aislante, lleva un filtro depurador y una ventanita de plástico para ver la cara del fallecido. Pero una vez que lo metes ahí, ese saco ya no se abre nunca”.

De momento, las precauciones han funcionado en su funeraria. “Ninguno de los trabajadores hemos tenido síntomas de covid-19, pero sabemos que estamos en un sector complicado para este tema. Miedo no tenemos, preocupación mucha. Cuanto más avanzamos en la enfermedad, más precauciones se toman y más inquietud hay”, admite.

Podría pensarse que el aumento de las muertes son buenas noticias para los negocios fúnebres. No es el caso. Las decisiones y medidas adoptadas han reducido notablemente el dinero que entra en la caja. “El negocio se resiente. La gente se muere, pero hay menos esquelas, menos flores, menos velatorios, no hay funerales… Dentro de lo malo, al menos somos un sector que no lo vamos a notar tanto, en el sentido de que no vamos a sufrir ERTES ni ERES ni nada de eso”, concluye.