No sé si los jefes de las izquierdas aragonesas se han enterado de lo que sucedió esta semana en el Congreso de los Diputados. Si han entendido el significado de la moción de censura (y de su resultado) Lambán, Santisteve, Soro, Pérez Anadón o Escartín. Si todos ellos, tan dispares, tan absortos en sus cosas, tan embarullados y ajenos al gran juego de la política, han aprendido la lección: o las izquierdas aparcan sus habituales sectarismos y se miran y se entienden, siquiera sea en lo más básico, o la derecha volverá de nuevo a controlar el tablero y a mover las piezas a su antojo.

Justo cuando PSOE y Podemos se convertían al fin en los dos engranajes fundamentales de una moción que fulminó al rajoyismo en cuarenta y ocho horas, aquí, en el Ayuntamiento de Zaragoza, ZeC y los socialistas y los de CHA seguían enzarzados en una pelea que pocas/os vecinas/os de la capital aragonesa logran entender. La agitada y crispada relación entre las fuerzas políticas que hicieron alcalde a Pedro Santisteve es un misterio que solo se explica por la incapacidad para el diálogo y el entendimiento del reducido y asediado equipo de gobierno y por la voluntad del grupo socialista de ponerse a la contra en todo y por todo, para gozo del PP y sobre todo de Ciudadanos, que cada vez tiene mejores expectativas sin hacer nada ni molestarse por nada ni nada de nada.

Algo raro pasa en el Ayuntamiento de Zaragoza. Algún virus, algún maleficio ha determinado que allí sea imposible lo que debería ser normal. Llegados a este punto, déjenme volver a poner el ejemplo de la gestión municipal de Huesca, donde tres grupos progresistas (PSOE, Cambiar Huesca y Aragón sí puede) colaboran en un gobierno de coalición que viene funcionando sin mayores problemas desde el inicio del mandato. Y, claro, allí el futuro se presenta razonablemente positivo para todas las izquierdas; en Zaragoza, por contra, la próxima cita con las urnas (que cada vez está más cerca) puede ser bastante desastrosa para unas fuerzas políticas empeñadas en pelearse en el barro.

Las izquierdas aragonesas tienen ahora mucho que reflexionar. El propio Javier Lambán, que lleva meses coqueteando con Ciudadanos, tendrá que hacerse a la idea de que su jefe, Pedro Sánchez, ha conseguido un éxito muy importante, precisamente cuando los sondeos volvían a situar a los socialistas en un declive sin fin. Dicho éxito ha sido posible aparcando los prejuicios y las consignas ultraespañolistas, dejando a los de Rivera el espacio de la derecha-derecha y tendiendo la mano a Podemos. Cómo, si no.

El propio Podemos, que en Aragón ha pasado a ser dirigido por sus cuadros más sensatos tras la marcha de Echenique, tendrá que acabar ya su fase de aprendizaje y colocarse en la posición adecuada para no quedar desplazado en las elecciones autonómicas y municipales del año próximo. Bajo la enseña morada se agrupan hoy personajes muy variopintos, algunos de los cuales jamás aprenderán el ABC de la política en democracia. Pero también hay en sus filas jóvenes interesantes, capaces y abiertos a la comprensión.

A ver si entran en razón. Todos.