Cuando Rosa Rivas y Aurelio Monleón pudieron acceder al piso de Las Fuentes donde su hija había sido asesinada seis meses antes, todavía quedaban las huellas de su sangre, que ellos limpiaron y tocaron. Yolanda Monleón recibió más de 120 puñaladas de su excompañero sentimental, René Alvarez, el 18 de noviembre del 2002.

"Yo mismo tuve que limpiar con rasqueta la sangre seca del suelo, pero la que había en un mueble aún estaba líquida", recuerda Aurelio. Rosa aún no quiere creerse que su hija haya muerto, "por la tengo viva en mi mente, incluso algunas veces creo verla en la calle. Sus fotos están en todos los rincones de mi casa y guardo un mueble suyo con todas sus cosas, sus zarrios. Incluso el abrigo que llevo puesto hoy era de ella".

Dieciseis meses después del asesinato, el matrimonio está a la espera del juicio, "que no será con jurado". El fiscal pide 28 años de cárcel para el acusado.

"Nuestra única expectativa es saber cuántos años estará en la cárcel, pero, en el mejor de los casos, saldrá en libertad con 49 años y aún puede volver a matar a alguien. No creo en la pena de muerte, porque cuando te matan ya no sufres, pero sí consideraría justa la cadena perpetua", dice Rosa.

Aurelio no quiere pronunciarse, "porque lo que tendría que decir no sería publicable. Cada vez que se produce una nueva agresión a mujeres volvemos a revivir enteramente nuestra tragedia. Volvemos a aquel día".

Su mujer, Rosa, no puede entender el ensañamiento con que actuó el asesino. Ella vio las fotos del cadáver de Yolanda. "Todas menos las de la cara, porque quiero recordarla como la vi el día anterior a que fuera asesinada, cuando vino a mi casa", puntualiza.

Para ella, su hija era su mejor amiga, su cómplice. Incluso se adaptó a sus gustos. "Le gustaba mucho la música de Héroes del Silencio y, luego, de Bumbury. Fuimos juntas a algún concierto. Compré el último disco compacto que sacó y se lo pongo muchas veces ante una fotografía. También le quemo barritas de incienso porque sé que le gustaba. Son pequeñas cosas que me ayudan a soportar su ausencia", explica Rosa.

Entre el matrimonio no se ha vuelto a hablar de su hija, "porque Aurelio no quiere. Se va cuando la oye nombrar. No puede resistirlo. Tampoco los familiares y allegados nos la nombran mucho, porque yo creo que estas cosas se llevan en solitario. Para quien sí sigue muy vivo el recuerdo es para su hermano, que tiene en su casa algunas de sus cosas. Parece que, con el paso del tiempo, lo va superando", añade la madre.

Sobre el acusado del crimen, René, no quieren saber mucho. Aurelio se cruza algunas veces en la calle con jóvenes que se le parecen. "Nos han dicho que está en la cárcel de Logroño, pero tampoco nos interesa saberlo. No sé cómo reaccionaremos el día que le veamos en el juicio. Lo que no querríamos es verlo libre en la calle", afirma Rosa.