La Torre del Agua ha entrado en la fase de acabados tras rematarse estos días la monumental fachada, que con su peculiar forma de gota de agua suma 8.000 metros cuadrados de cristal, casi lo mismo que un campo de fútbol. Hasta 150 operarios trabajan día y noche en su interior montando una compleja red de instalaciones con el objetivo de que el edificio y sus contenidos expositivos estén listos para marzo del año que viene.

El gerente del proyecto, Rafael Villamayor, explicó a este diario en una visita al edificio que se ha recuperado el tiempo perdido por culpa del cierzo y ahora se trabaja a resguardo en el interior, por lo que se cumplirán los plazos fijados en su día por la dirección de Expoagua.

El ritmo de trabajo no es perceptible desde el exterior, salvo por la noche, cuando la iluminación deja entrever el vacío que alberga este edificio de 73 metros de altura. Tan solo hay una planta intermedia, a 21 metros del vestíbulo, que no estaba prevista en el proyecto y que se tuvo que construir para cumplir la normativa de incendios. No obstante, los huecos interiores son gigantescos --el superior llega a alcanzar 41 metros-- y dan sensación de vértigo cuando se mira hacia abajo desde las rampas de subida y bajada que están adosadas a la estructura de la fachada.

Estos paseos suspendidos en el vacío, que suman 2,5 kilómetros y están en pleno montaje, tendrán la peculiaridad de contar con un complejo sistema de climatización. "En función de la altura de cada tramo y de la orientación de la fachada, la temperatura variará. Y todo se supervisará desde un centro de control climático en una de los plantas-sótano", explicó Rafael Villamayor.

AIRE INDUSTRIAL Las conducciones se están instalando en las rampas, pero no se llegarán a ver. Con un toque industrial, los suelos serán técnicos y los falsos techos practicables, de chapa. La estructura metálica, tratada contra el fuego, se está forrando con chapa --composite-- de aluminio.

Los que no quieran andar tendrán la opción de subirse a dos ascensores panorámicos de cristal actualmente en construcción. Están situados junto a los dos núcleos verticales de hormigón blanco, que están separados 20 metros entre sí y albergan las escaleras.

En el primer tramo no habrá vistas por razones de seguridad contraincendios, pero a partir de los 21 metros las dos cajas acristaladas saldrán a la luz y se podrá observar el vacío hasta llegar a la última planta, que acogerá un bar restaurante diáfano. La panorámica de la ciudad será inigualable, por altura y porque ofrecerá una imagen de 360 grados. "Los baños y la cocina estarán en un nivel inferior", señaló Villamayor.

En el gran vestíbulo, entre máquinas y material, también se ha comenzado a trabajar en los contenidos. Su responsable, Gustavo Weiskal, apuntó que ya se ha anclado en el techo la estructura de la futura "fuente-lluvia", de la que colgarán 280 tubos acrílicos de 16 metros de longitud. "En su interior habrá leds y por su exterior resbalará el agua, que goteará sobre un gran vaso de chapa", manifestó.

Para el autor de la Torre del Agua, Enrique de Teresa, la sensación de amplitud "sorprende" en el interior, dado que no se intuye desde el exterior "por efecto de la perspectiva". Y añadió: "La planta superior, con 41 metros, iguala a la nave central de las iglesias góticas más altas, que son las francesas".

El arquitecto calificó este edificio como su obra más lograda, "por dimensión y empeño, por la singularidad del encargo, por formar parte de un evento como es la Expo y por la exigencia de construirlo en un tiempo récord".