Los vecinos de Muniesa se han volcado en el cuidado de su bien más preciado, la torre mudéjar del siglo XVI que se erige a los pies de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, y para protegerla de su principal amenaza, las palomas y sus corrosivos excrementos, decidieron poner en marcha una iniciativa que, al parecer, está dando buenos resultados. Bajo el sugerente título Nuestra torre es más chula que las pesetas

A través de huchas en establecimientos de la localidad que han acabado también en bares y comercios de Zaragoza, donde algunos de sus habitantes trabajan o tienen familiares o conocidos que viven allí. Y, con algún sobresalto que otro, siguen abiertos a cualquier donación desinteresada que ponga fin al deterioro de esta joya arquitectónica que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el 2001. «Una vecina del pueblo, María Jesús, vio una iniciativa similar en otro sitio y vio factible recaudar fondos así, lo comentó al párroco y en el consejo pastoral salió adelante», explicó a este diarioRaúl Blasco, uno de los promotores de esta campaña.

Esto sucedía a finales de octubre, en plena pandemia de coronavirus y con un confinamiento perimetral de la comunidad y las tres provincias aragonesas que, al final, complicaba un poco las cosas si la recogida se limitaba solo a la provincia de Teruel. Por eso optaron por exportar las huchas a Zaragoza, para abrir el abanico de posibles colaboradores en una tarea que ellos también han decidido iniciar de forma voluntaria.

Dificultades

Además, la idea de recoger pesetas y no euros pasaba por que la gente entendiera que esta no era una colecta al uso de las que a veces la Iglesia hace para acometer mejoras en los edificios de cualquier rincón del país. «Quisimos darle una vuelta para que no costara tanto colaborar», añadió Blasco, en una labor de limpieza y reparación que sería inasumible por sus propios medios. «Se han hecho presupuestos que rondan los 5.000 euros», aseguró, una «barbaridad» para la economía doméstica de los habitantes del pueblo, así que decidieron «intentar hacerla más barata».

El problema en esta joya arquitectónica del siglo XVI, aparte de las palomas y los excrementos que dejaban constantemente en la torre, es la complejidad de actuar en ella contando con una catalogación tan importante, un nivel de protección que no deja hacer cualquier obra sin el permiso de Patrimonio y que ni siquiera permitiría acometer unos trabajos de albañilería que los profesionales que tiene el pueblo los harían encantados. Pero eso se solventará cuando tengan una idea clara de cuantos granitos de arena son capaces de sumar con aportaciones económicas en forma de pesetas.

Mientras tanto, lo que sí podían hacer ya han empezado a realizarlo. Como la limpieza que un grupo de voluntarios realizó «el último fin de semana de diciembre» con la retirada de los escrementos que se acumulaban en el interior de esta torre mudéjar de 55 metros de altura. Consiguieron, explicó Blasco, recoger las dos primeras plantas de la torre, pala en mano hasta retirar las cantidades acumuladas en su interior que, con el paso del tiempo, ya eran importantes. Y además, la palomina recogida no acabó en el vertedero, sino en los agricultores de la zona, almendrales y otras tierras de cultivo porque, destacaron, «es curioso que lo dañino que es el para el patrimonio sea tan beneficioso para el campo». Este fiemo es muy productivo, así que seguirán retirando excrementos.

Robo de una hucha

«Hasta finales de los años 90 del pasado siglo, estas labores se hacían constantemente por parte de los vecinos del pueblo, pero en los últimos años se ha ido dejando y el resultado es este, que se acumula y daña la torre», relató Raúl Blasco, quien recuerda que la última reforma que vivió la torre mudéjar de Muniesa ya data de hace 30 años, en 1981. Aunque el estado de la torre en el exterior es bueno y en el interior su labor es más importante para preservar el patrimonio más preciado en el municipio turolense.

Así que seguirán sus trabajos de forma desinteresada mientras recogen donativos en forma de pesetas. Eso sí, intentando que no se repitan sobresaltos como los vividos en un estanco de Zaragoza, donde alguien «robó la hucha y aún no la hemos encontrado». Sorprendidos porque esto suceda, no les desanima en la búsqueda de más apoyos.

Como en su construcción

Unos donativos que ellos cambiarán a euros para acometer, quizá, otro de sus objetivos para la torre mudéjar, acondicionar el interior de la misma para hacerla visitable e instalar paneles informativos que cuenten la historia de esta joya del siglo XVI. Para documentarse han contado con la ayuda del Centro de Estudios Miguel de Molinos, que dieron con documentos que acreditan el origen de su construcción y que, curiosamente, también contó en su día con la aportación económica desinteresada de vecinos de la zona que «ayudaron a financiar las obras».

Para la recogida de donativos, sin embargo, tienen un plazo importante que cumplir: las pesetas se pueden cambiar por euros hasta el 30 de junio de 2021 en el Banco de España. Así, habrá que rebuscar en sus casas a la caza de alguna moneda olvidada porque adecentar la torre depende ello. O instalar mallas de protección y una barandilla, un mínimo que ya mejoraría la situación ante una población de palomas que ha menguado pero sigue haciendo daño.

21.800 sueldos para construir la torre en el siglo XVI

El trabajo de documentación sobre la torre de Muniesa no ha cesado y, con la colaboración del Centro de Estudios Miguel de Molinos, se ha podido constatar con dos documentos que la construcción de la misma se encargó con el pago de «veynte y un mil sueldos dineros jaqueses» que se pagarían a «maese Domingo Diza, obrero de la villa» y ante lo que se hicieron testigos, o «procuradores» a decenas de habitantes del municipio. Una construcción «que a de hazer en el dicho lugar», añadía el documento. Un segundo texto hallado relata cómo se contrataron los miles de ladrillos que hicieron falta, el precio que se pagaron por ellos y a quiénes de otras localidades.